De su vida se sabe muy poco, y de sus cuadros no hacen más que surgir preguntas. ¿Quién fue ese pintor cuyas visiones celestiales e infernales siguen subyugando a los 500 años de su muerte? Una exposición en su ciudad natal y otra, ampliada, que podrá verse este mes en El Prado intentan iluminar la cara oculta del genio.

Souvenirs. El taller que perteneció a uno de los grandes maestros de la pintura universal hace cinco siglos es ahora una tienda de recuerdos cuyo letrero de plástico se ha medio despegado del cristal. Suerte que el artista, petrificado en su estatua, está de espaldas a la casa verde de tres pisos y no ve cómo pasa la gloria del mundo ni se percata de que en el que fue su castillo de ensoñaciones las camisetas se venden a cinco euros y los zuecos en miniatura a euro y medio. Hoy en día, no hay nada de misterio en el 29 de la plaza Markt, el lugar donde se agigantó uno de los gigantes más misteriosos de nuestra era. Los interrogantes acrecientan el magnetismo de un pintor del que nos han llegado muchos nombres y un solo rostro. ¿Qué sabemos de Jeroen van Aken, alias Jeroen Bosch, alias Hieronymus Bosch, alias el Bosco? Muy poco. Casi nada. Ni cuándo nació (¿1550? ¿1556?), ni cómo vivió, ni en qué año se casó, ni cuántos cuadros llegó a pintar, ni qué hizo en los primeros 20 años de su vida, ni si viajó. No, tampoco puede dejarle flores en su tumba. Nadie sabe donde está enterrado.

No hay ningún documento que demuestre que el autor del célebre tríptico El Jardín de las Delicias saliera alguna vez de los límites de su ciudad, s´Her­ton­gen­bosch, alias Den Bosch, alias Bolduque, situada en la provincia holandesa de Brabante del Norte (al sur del país), donde este año, todo el año, ha tocado la lotería: si hay algo probado y documentado, es que el Bosco, autor de apenas dos docenas de pinturas y de no más 20 dibujos, murió hace 500 años y su funeral se celebró en la catedral de San Juan. En los últimos años, los expertos han rastrillado al milímetro sus paisajes celestiales, terrenales e infernales, estos últimos de una violencia surrealista y sangrienta que hoy, tal vez, ni se tolerarían en la gran pantalla. Los especialistas han descubierto, interpretado, ligado cabos y encontrado nuevos ovillos.

"La obra del Bosco se puede ver con una nueva luz. Sabemos que no era ni un hereje, ni un loco, y no, no tomaba drogas, eso es una tontería", aclara Jos Koldewej, experto en el pintor

¿Quién era Jerónimo? ¿Un hombre supuestamente devoto, pero secretamente herético? ¿Un pintor que pintó menos cuadros de los que se le atribuyen y delegó en sus aprendices del taller? "En los últimos años hemos descubierto muchos detalles del pintor, y algunos de los aspectos de su obra se pueden ver con una nueva luz. Sabemos que ni era un hereje ni un loco, y no, no tomaba drogas", afirma muy serio a Magazine Jos Koldewej, profesor de arte de la Universidad de Nimega (Holanda) y responsable académico de Proyecto Bosco de Investigación y Conservación.

Stefan Fischer, una de las máximas autoridades sobre el pintor holandés, completa: "Muchos intérpretes han querido ver al Bosco como autor fuera de la ley, vanguardista hereje o miembro de una sociedad secreta. (Todas ellas son) interpretaciones erróneas, pues ni en las obras ni en el entorno vital del Bosco, ni entre sus comitentes se encuentran cátaros, miembros de la Rosacruz ni alquimistas. La falta de información sobre su vida junto con su pintura lo hacen aún más legendario. A la gente le gusta imaginar que vivió en un tiempo cruel, pero son especulaciones", cuenta Fischer, cuyo catálogo Jheronimus Bosch, la obra completa ha sido editado este año por Taschen.

Si se saca la lupa y se observan con detalle los personajes de los grandes éxitos del pintor, es inevitable pensar que son producto de visiones lisérgicas, de alucinaciones. "Pero todo eso de que tomaba drogas -insiste Koldewej- es una tontería. Hay que pensar más en el mensaje, en qué quería explicar al público del finales del XVI y principios del XVII si no seguía una vida recta. Su objetivo era impactar".

Demonios cuyos vientres están en llamas, peces voladores que transportan a dos campesinos, un cuervo con sombrero de embudo patinando sobre el hielo, peces-diablos con lengua verde, multitudes desnudas refugiándose en un huevo gigante medio descascarado, el célebre cerdo vestido de monja, las dos orejas cortadas, atravesadas por una lanza y de las que sale la hoja de un cuchillo, hombres ensartados por las ramas de un árbol, cuerpos martirizados de las peores maneras. Es como si las neuronas de Dalí, los dadaístas, Magritte, los Monty Python, David Lynch y Tarantino se hubiesen fundido hace más de 500 años en la mente desbordante del Bosco. "Dalí sí que cita a El Bosco y el Jardín de las Delicias en El gran masturbador, los otros artistas no sé hasta qué punto se inspiran en él", explica Stefan Fischer.

Los pocos datos comprobables sobre Jeroen van Aken (que mudó el apellido por el nombre de la ciudad para que los posibles compradores de su obra supieran dónde localizarle) están documentados en la Cofradía de Nuestra Señora, también conocida como la Hermandad del Cisne. Esta institución fue creada en 1318 en la misma sede que ocupa hoy en día, Hinthamerstraat 94 de Bolduque, que es como se bautizó la ciudad en castellano. Maderas nobles, vajilla de Delft y retratos de los monarcas de los Países Bajos: Guillermina, Juliana, Beatriz, Guillermo€ En sus archivos consta que El Bosco fue miembro de la cofradía, que pagó sus recibos y que sufragó dos veces la comida del 28 de diciembre, en la que los miembros comían cisne. Entrar en la hermandad no era fácil, el pintor lo hizo por sus méritos artísticos. "Los documentos hablan de él en varias ocasiones, también de la misa que se le dedicó por su muerte en la catedral de San Juan, donde el pintor trabajó en la capilla que pertenecía a la cofradía", explica Karel Noordzij, el presidente de la hermandad, que desde 1642 es ecuménica y reúne a tantos católicos como protestantes, entonces 18, hoy día 60.

"La ciudad natal del artista no posee ni uno de sus originales, por eso ha impulsado en una antigua iglesia un centro con las dos docenas de sus obras para que los niños las vean... y las toquen"

El Bosco fue un hombre pío e integrado en la Holanda que huía a toda velocidad del medievo, pero también un alma solitaria y un pintor cuyo estilo prácticamente empieza y acaba con él, pese a que llegó a tener discípulos. "No podemos compararle con nadie, en parte por el aislamiento geográfico y artístico de Den Bosch, él inicia una tradición que acaba con él, a su modo es un pintor solitario que nunca tuvo continuadores", afirma Jos Koldewej.

Charles de Mooj se pasea por las salas del museo Noordbrabant que dirige y donde hasta el día 8 exhibe una exposición monumental sobre El Bosco que está teniendo tanto éxito que ha ampliado sus horarios y en su último fin de semana estará abierta día y noche (39 horas seguidas). Buena parte de las pinturas de Jerónimo (17 de las 25 que se le atribuyen) y 19 de sus 20 dibujos han regresado a la ciudad donde se gestaron, y lo mejor, paneles pintados como una unidad y luego desmembrados en pinturas compartimentadas han vuelto a reunirse cinco siglos después. Buena parte de esas obras viajarán a Madrid, donde la muestra holandesa se agrandará a finales de este mes en El Prado con El Jardín de las Delicias y La adoración de los Magos. Promete ser grandiosa. De Mooj se para ante el cuadro San Juan Evangelista en Patmos. "Si me tuviera que quedar con un cuadro, este es mi favorito porque en el horizonte se ve lo que podría ser la ciudad de su época con la catedral de San Juan y con los árboles que aparecen tanto en la bandera como en el escudo de la ciudad". En el cuadro se ve al evangelista escribiendo junto a un diablillo con cuerpo de escarabajo y cola de lagartija que lleva unos anteojos. Algunos expertos apuntan a que el rostro de ese engendro podría ser el del pintor, del que sólo se conocen dos retratos.

La efervescencia que se respira en la ciudad es lógica: tantos cuadros del hijo predilecto reunidos por primera y, quién sabe, última vez. Lo cierto es que, excepto por esta exposición, en la cuna de El Bosco no se puede admirar ni una sola obra original del artista. Están todas repartidas en museos de Madrid, Venecia, Berlín, Nueva York, Viena, París€ y hasta en Kansas. De hecho, en Holanda sólo se puede admirar uno de sus cuadro, en Rotterdam.

Para paliar ese déficit total, la ciudad ha impulsado un proyecto en el que se puede mirar y tocar todas las obras a tamaño real del artista. "Se puede abrir y cerrar los trípticos, ver las imágenes de los paneles, es un lugar para experimentar, para que los niños, aunque no sólo, se familiaricen con el universo del pintor", cuenta Hanna Gooiker, del Jheronimus Bosch Art Center, sito en la iglesia de Sint Jakob, donde se exponen las reproducciones. ¿Y ya tienen la copia del San Antonio de Kansas? "Todavía no, ya está encargada. Es tan reciente€", se excusa Gooiker con una sonrisa.

La tentación de San Antonio es desde hace pocas semanas un nuevo cuadro del pintor holandés. Un nuevo misterio resuelto. Los miembros del Proyecto Bosco de Investigación y Conservación (BRCP, en sus siglas en inglés) han revisado a fondo la obra del artista en los últimos nueve años. En ellos ha podido restaurar nueve de sus obras, observado con infrarrojos la capas de pinturas ocultas debajo de las visibles y dictaminado que el San Antonio de Kansas (en el museo Nelson-Atkins de esa ciudad) y un dibujo titulado Paisaje infernal son realmente obras del Bosco, mientras que otras tres obras (todas ellas en El Prado, que posee un total de seis) que generalmente estaban atribuidas al pintor no lo serían y pertenecerían a miembros de su taller. La batalla, diplomática, recuerda a las guerras en las que durante siglos los Países Bajos estuvieron bajo la influencia militar española.

El misterio en torno al Bosco lo hace más admirable. ¿Estuvo aquí? No lo sabemos. ¿Ganó un dinero con la tala de árboles de uno de sus terrenos? Parece que sí. ¿Le gustaba el cisne que comía en la cofradía? ¿Le habría gustado probar las delicias que vende la furgoneta que se pone cada día a los pies de su estatua? ¿Por qué pintó a un hombre a un embudo pegado? ¿Y por qué tantos búhos? El Bosco seguirá siendo fuente de enigmas y acertijos. Tal vez quien podría despejar algunas incógnitas sea uno de los ángeles petrificados en el tejado de la catedral. Lleva vaqueros (sí, un ángel con vaqueros fue ascendido a los cielos del tejado de la catedral en el 2010) y lo más importante, un smartphone.

Abajo en la calle hay una placa con su número y un mensaje: "Como mensajeros entre Cielo y Tierra, entre Dios y los hombres, los ángeles conectan de una manera moderna y siempre con la intención de ayudar". La llamada cuesta 0,80 € el minuto, y el número es el 0900-746-85-26. Ya da señal. "Hola, ¿me podría dar información sobre el Bosco? Sí, sí, lo que sea. Lo que sea...".