La desertora norcoreana Hyeonseo Lee vaticina el final del régimen de la dinastía Kim antes de la unificación con Corea del Sur, que no duda ocurrirá, aunque espera que el contacto y un mayor conocimiento entre los coreanos permitan minimizar el caos y su impacto.

La autora de 'La chica de los siete nombres' (Ediciones Península) explicó este martes en entrevista con Efe, en víspera del 67 aniversario de la independencia del país y la fundación del férreo sistema instaurado por Kim Il Sung, que el actual régimen "no continuará y otro Gobierno lo reemplazará".

Durante su gira mundial para presentar sus vivencias en el enigmático país antes de escapar con 17 años a China, donde vivió en la clandestinidad, la menuda autora pone a prueba, una vez más, su elocuencia y admite con franca candidez la ignorancia de la historia, la política o la geografía en la que siempre ha vivido.

Tras superar el escrutinio de los servicios de Inteligencia surcoreanos, Hyeonseo Lee se encontró con una pequeña ayuda económica, un pasaporte y toda una nueva vida por delante, la tercera.

Atrás quedaba su accidentada fuga de sus orígenes.

En el relato de todas las penalidades hasta lograr establecerse en Seúl y procurar la reunión de su familia el lector puede vislumbrar retazos de lo que tan vedado queda a los extranjeros por el hermetismo del régimen hereditario de los Kim.

Hyeonseo Lee, el último nombre que ella misma eligió y sobre el que "brillará la fuerza del sol", según le explicó la "jakmyeongso" (buscadora profesional del nombres) a la que le recomendaron que acudiera al establecerse en Corea del Sur, narra una historia que puede parecer de aventuras e intrigas.

Sin embargo, no deja de ser el testimonio del drama de los refugiados, en este caso con el desquiciado agravante de serlo en su propio país, aunque como ella aclara le resulta difícil "aceptar por completo mi identidad surcoreana".

Como advierte en su libro, "no existe Corea a secas", y puntualiza que su arraigo o la felicidad de su infancia marcan la personalidad, aunque obviamente estuviese trufada por ideas que luego considerase que le hacían parecer o "salir de otro universo", como gráficamente escribe en el libro.

Asegura que una gran mayoría de los norcoreanos sí lloraron de verdad la muerte del fundador de Corea del Norte, Kim Il Sung, el 8 de julio de 1994.

Precisa que la posterior hambruna que diezmó en los años noventa a la población y el mayor conocimiento del mundo exterior por los norcoreanos ha hecho verdadera mella en la lealtad al régimen, que, reitera, es implacable con los disidentes.

"Nos trataban como extraterrestres", refiere al rememorar su aterrizaje en el que es su nuevo país y, pese a que procedía de un lugar donde les habían hecho creer que "era el mejor del planeta", se topó con una realidad muy distinta a la que la propaganda le había mostrado.

Considera que en Corea del Sur ha disminuido el temor al caos por un posible desmoronamiento del régimen en su país originario dado que cada vez son más conocidos los testimonios de los desertores como ella.

Ahora dedica su tiempo a viajar y explicar sus vivencias, de allí donde huyó y donde el refrán reza que "en el cielo de Corea sólo creemos en una estrella", obviamente, es el eterno presidente Kim Il Sung.

Convencida de que una mayor información del mundo exterior en el interior de Corea del Norte será la causa del final del régimen norcoreano, Hyeonseo Lee apuesta por las series de televisión como el mejor canal para dar a conocer la "vida ordinaria" de las personas fuera de Corea del Norte.

Según su punto de vista podrían ser lo que popularmente se conoce como "culebrones televisivos" los que permitan superar el desconocimiento de la realidad exterior y quebrar la ignorancia en la que, subraya, mantiene el Gobierno a la población, pero en la que paradójicamente está más segura para evitar purgas y castigos.