Su libro ha servido de base para una serie centrada en la corrupción urbanística. Sin embargo, Rafael Chirbes asegura que se siente al margen del sistema, por lo que sale muy poco de su casa de Beniarbeig. Esta entrevista se hizo en Dénia, ciudad en la que pasaba sus veranos de infancia bañándose en el puerto, "donde el agua era cristalina".

¿Ha tenido ocasión de ver la serie que Canal Plus acaba de estrenar basada en su novela "Crematorio"?

Sí, la vi antes de que la estrenaran. Creo que el trabajo de los actores es muy bueno en general y en especial el de Pepe Sancho. Es una buena serie.

¿Se ajusta a su libro?

No. Un libro es un libro y una serie es una serie. Eso no quiere decir que los responsables de la misma no hayan hecho un buen trabajo. Han hecho una serie que se aparta de lo habitual. Lo que ocurre es que se trata de una serie de temática policiaca, con intrigas y mi novela es un testamento.

¿Un testamento de quién?

De todo. En la literatura tienes que tener otra dimensión, al margen de lo que cuentan los periódicos. Tienes que mirar hacia otras cosas. En lo que la literatura tiene de diálogo, del que escribe con el tiempo en el que vive, "Crematorio" es un testamento, un acta de mi propio fracaso, del fracaso de mi generación, de lo que creí y pensé y de lo que después vino y que no se correspondía con eso. Es una reflexión sobre cómo somos gente de nuestro tiempo y nadie está exento, no hay inocentes. La prensa lo presenta todo muy bien: el inocente, el culpable, el corrupto... están todos pringados hasta las cejas. Es una mecánica que me interesa poco.

Pero la serie tiene como protagonista la corrupción en la costa mediterránea. ¿Se ha confundido el trasfondo de su libro?

Ni se ha confundido ni se ha dejado de confundir. El productor leyó la novela, le gustó y pensó que se podía llevar al cine. Pero es una novela reflexiva. Cuando la escribí, mi miedo es que se leyera como una novela policiaca, de denuncia de la corrupción. Lo que quería es que el lector se quedara atrapado en el lenguaje del libro, que se quedase con la reflexión de mirar ese mundo, que parece tan lejano, pero que en realidad es parte de él.

Aunque no se centre en la corrupción, "Crematorio" habla de un cambio en el paisaje en esta costa del Mediterráneo en la que usted se crió.

Sí, hay una especie de paraíso perdido del mundo que yo conocí en mi infancia de venir aquí con tres o cinco años porque mis abuelos paternos vivían en Dénia. Todos colocamos la infancia como un paraíso perdido y en la novela juega ese papel. El constructor sin escrúpulos, el mafioso ruso... todo el libro está plagado de personajes que nos suenan mucho por estas tierras.

¿En quién se ha inspirado para darles vida?

Todos los personajes, desde la mujer violada al policía corrupto, están inspirados en mí. El bien y en mal viven en nosotros. Mirar la sociedad es fundamental para un novelista. Para huir del costumbrismo y del retrato superficial. Para mí el ser romántico me inspira bastante poco. Somos fruto de nuestro tiempo y nos movemos por los mismos mecanismos y las mismas ambiciones que los demás. Romper con todo esto y moverte por otros valores es difícil. A veces cuando te crees que eres más radical en realidad formas parte del coro que la sociedad necesita. Hay que procurar estar alerta, analizar a los demás, ver en qué te pareces, comparar este tiempo con el pasado y luegos escribir lo que te sale. Si quieres forzar las cosas, sale mal. Los libros son excelentes policías. Le dicen al lector quién eres y a veces se lo dicen más cuando te quieres esconder.

¿Cómo le ha cambiado "Crematorio"?

Me enseñó a ver cosas que no veía, a tomar otro punto de vista. Hay una manera de ver el mundo que nos transmite la tele, la radio, el periódico.... y la literatura tiene que romper ese código y demostrar que es un codigo, que no es verdad. Que todo se maneja. Se manejan los valores de la transición, del 23-F... y todo es mentira. La literatura tiene que contar eso de otra manera, establecer una narración paralela distinta a la del poder que es un coro muy largo y llega hasta esta mesa.

¿Tan defraudado se siente con su generación?

Hace 35 años había una generación que iba a hacer la justicia social, la revolución y todo eso ha sido absorbido. Hemos abierto las puertas a cosas que no estaban en el mercado. Hemos roto los valores postfeudales que quedaban en la sociedad y los hemos modernizado para hacerlos cotizables. Hemos jugado a favor del mercado, al principio sin quererlo, pero luego encantados con el juego.

Usted escribió "Crematorio" en 2005, ¿cree que es un presagio de lo que ha venido después con la crisis y con el estallido de la burbuja inmobiliaria?

Pero si eso lo veía venir todo el mundo, lo que ocurre es que todo el mundo fingía no saberlo. España ha sido una gran burbuja desde los años 80. Con la llegada de mi generación al poder empieza todo el rollo de la rehabilitación, la modernización.... todo ha sido pura especulación inmobiliaria. La Expo, las Olimpiadas, las comisiones, las contratas, las subcontratas... y todo adornado con la guinda de la entrada de España en la UE. En este proceso todas las ciudades han cambiado. Donde antes había una plaza con su fuente y su jazmín ahora llega un arquitecto y dice que hay que primar el diseño y pone unos bancos a pleno sol, donde no se puede sentar nadie en verano y utiliza el hormigón porque así se hace en Noruega. Se veía cursi que hubiera un jardín, decían que eso es de derechas. Y luego llegaba la derecha y ponía más hormigón para parecer más progresistas que la izquierda.

Vamos, que no se salva ningún color político.

No, son iguales, tanto unos como otros. Pero de todas formas, ese es el aspecto de mi novela que menos me interesa. No estoy en ese plano de discusión. Creo poco en este sistema y como no tengo otro estoy en mi casa y salgo poco.

¿Qué añora de su juventud?

No añoro nada. La vida es la vida y a cada uno nos toca una cosa. Actualmente además podemos hablar de lo que queremos, podemos insultar a quien queramos y no pasa nada. Aunque estos demócratas son monjas alférez, en tiempos de Franco no podías hacer nada. Todo estaba prohibido, vigilado, todo eran procesiones y beatas de rodillas por las calles.