Su actuación en Starlite será realmente especial: usted soñó el auditorio que ahora es la Cantera hace unos años, cuando con Julio Iglesias y Alfonso de Hohenlohe intentaron que Nagüeles fuera una realidad. ¿Qué descubrió allí, tan especial es su acústica?

La Cantera fue y ha sido siempre un lugar mágico. El hecho de ser una escenario natural siempre añade un atractivo extraordinario. La acústica natural de la piedra la recuerdo con excelencia. Y aunque hace décadas que no la visito, sé que ya ha dado la bienvenida a un sin número de artistas y espectadores y que todos han quedado encantados y sienten la experiencia como inolvidable. Me emociona mucho poder finalmente volver a actuar aquí, en Starlite.

Hablábamos de ese recuerdo de Nagüeles... Pero usted no es mucho del pasado; de hecho, da la sensación de que uno de los lemas de su carrera podría ser «Nunca mirar hacia atrás, nunca detenerse»?

Sí, estaría de acuerdo con ese lema... La verdad es que siempre miro hacía adelante y estoy entusiasmado con el presente. El glorioso pasado es el que me ha traído hasta aquí y siempre lo valoraré con orgullo. En cuanto a detenerse, ya dirá Dios, pero hasta el momento le soy agradecido por lo que me ha concedido y por poder seguir a mi satisfacción y la del publico.

Su cuerpo, de vez en cuando, le da alertas y le pide descansos, pero su cabeza no para de idear planes. ¿Es frustrante tener una cabeza que va a mil revoluciones y saber que el cuerpo ya no la acompaña a la misma velocidad, o lo tiene asumido desde hace tiempo?

Como decía antes, la voz algún día dirá: «Hasta aquí». Pero dirigir y seguir cultivando nuevas voces a través de los programas de Jóvenes Cantantes de Los Ángeles, Washington y Valencia, así como a través del concurso de Operalia, lo seguiré haciendo con gran entusiasmo y determinación hasta que el cuerpo aguante. Sí es verdad que Dios y el cuerpo me han mandado señales de cautela, y me cuido más y más cada día. Ya estoy bien entrado en los 74 años pero consciente de lo que se puede y ya no se puede.

De ahí el titular de un artículo reciente del New York Times a propósito de usted: «Placido defies the gravity of age» («Plácido desafía la gravedad de la edad»). ¿Cómo lo hace? ¿Trabajo, genes?

Como decía antes, con entusiasmo en mi trabajo, compañerismo siempre y mucha paciencia. Siempre estoy estudiando, como joven universitario, siempre tengo una partitura o dos bajo el brazo.

Suele sugerir usted que su carrera es más grande que su talento. ¿Qué otros factores han entrado en juego, además de su talento, para lograr una trayectoria como la suya?

A menudo lo he dicho: yo no fui un tenor nato; me tuve que inventar los agudos y trabajarlos mucho, al contrario de la mayoría de los tenores de entonces y de ahora, que tienen sus agudos altos, naturales, fáciles y muy bonitos. Mi voz era mas abaritonada y ahora estoy volviendo a un círculo completo. El talento lo recibí con emoción, pero la carrera de más de 50 años que he venido haciendo ha requerido de mucho esfuerzo, mucho trabajo, mucho estudio... Pero no me siento único o solitario en esta filosofía: todo artista que sabe lo sacrificado de esta carrera y merece toda adulación y comprensión. Siempre lo he dicho y lo seguiré diciendo.

Es curioso: jamás se le ha conocido un fracaso o una mala etapa profesional; su carrera ha sido de una estabilidad apabullante. ¿Cree usted que habría sabido sobrevivir a un fracaso, a un fiasco, o le habría afectado demasiado?

He tenido mejores funciones que otras a lo largo de mi carrera y, aunque no dejo que me afecten, mejores críticas que otras, pero no creo haber vivido nunca un fracaso. Hay altas y bajas como en todo, pero hay que mirar hacia delante y seguir tu camino. Tropiezos los tenemos todos, pero fracaso es una palabra demasiado fuerte para lo que hacemos los artistas.

¿Cómo ha conseguido que cantar sea su profesión pero sin dejar de ser su hobby?

Con la mucha pasión que tengo por lo que hago y me gusta. En serio, tengo un enorme entusiasmo por la música y el arte, tengo colegas y amigos entrañables en la industria y una familia que me comprende, me apoya y me sigue. Si además le proporciono un buen rato al publico, la verdad, qué más puedo pedir.

Para mí uno de los grandes valores de su carrera ha sido el despojar al cantante de ópera de las superficialidades del divo, de su imagen pública repelente. ¿Ha sido consciente esa cercanía de usted con el público o simplemente una consecuencia natural de su forma de ser?

Creo que sí es consecuencia natural de mi forma de ser. Así eran mis padres también, entregados al publico y agradecidos por el cariño demostrado. Uno va cultivando a su publico, pero ese público es finalmente el que te pone o no la estrellita en la frente. Siempre he sido sencillo, y no conozco otro comportamiento. Lo que veis es lo que soy.

Una de sus frases que siempre más me ha llamado la atención: «Me gusta sufrir en el escenario». Me gustaría que ahondara más en algo tan paradójico.

Me refiero sobre todo a los personajes que interpreto. El caracterizar a un personaje que sufre un amor imposible, un ataque de celos incontrolable, una pérdida irreconciliable o una muerte trágica te permite activar matices inigualables al momento de actuarlos y de darles vida. Aunque me honro de tener un muy buen sentido del humor, se me da mucho mejor el drama que la comedia escénica.

Para dramas la crisis económica. En su opinión, ¿cuál ha sido la gran tragedia que ha vivido la cultura en estos durísimos años?

El tener que sacrificar producciones, el haber cerrado algunos teatros, el haber interrumpido algunas actividades en programas de jóvenes cantantes... En fin, cualquier sacrificio en lo que supone el avance, la preservación y la continuidad de la música es una tragedia. No hay nada más pacificador y conciliador que la música. Habría que defenderla de manera igualmente prioritaria.

En Starlite también actúa Andrea Bocelli, otro gran popularizador del bel canto al que le han dado muchos palos desde la crítica más ortodoxa. ¿Cómo se ha llevado y se lleva usted, que ha cantado también pop, con los críticos más duros y más ortodoxos?

A Andrea lo respeto y admiro muchísimo. Somos amigos y hemos colaborado juntos en varios proyectos discográficos y algunas representaciones; hemos colaborado tanto en el genero popular como fue en la canción Canto del Sole Inesauribile (Canto al Sol inagotable) en el disco Amore Infinito, de poemas del Papa Juan Pablo II, como en la reciente grabación de Manon Lescaut que le dirigí, precisamente con la soprano Ana María Martínez, quien me acompañará mañana en Starlite. En cuanto a la crítica de mi trabajo fuera de la ópera, se acaban de cumplir 25 años del primer concierto de los Tres Tenores en Caracala, que abrió una gran puerta al genero clásico crossver, pero casi 34 desde mi disco Perhaps Love, en el que hice un dueto con John Denver, pasando por mi dueto Soñadores de España con Julio [Iglesias, que también actuará en Starlite]. Lo he vivido y, hasta el momento, lo he sobrevivido todo.

Por cierto, hablando de pop y de crossover, en 2012 volvió a ese terreno con Songs. Una curiosidad: ¿qué canción pop actual, de estos momentos, cantaría usted?

Pues en estos momentos me encuentro preparando un nuevo disco de Navidad en el cual interpretaré tanto clásicos como piezas nuevas de esas fiestas.

¿Cómo le gustaría que fuera su despedida de los escenarios, austera y discreta o más espectacular y multitudinaria?

Mi despedida de los escenarios será muy íntima. No vislumbro una gira de despedida, si no que más bien lo anunciaré después de cierta representación de ópera en algún lugar. De los conciertos, todavía no puedo decir. Espero seguir pudiendo cantar conciertos por un rato más allá de la función operística, que exige mucho más de ti.

Cuando se tiene todo, ¿qué se puede querer tener?

Más tiempo para disfrutar de mi familia. Todos han sido siempre muy pacientes conmigo, muy comprensivos y me han apoyado en todo, así que sólo pido podérmelos gozar durante mucho tiempo.