Quién dice 50.000? ¿Usted, la señora del fondo con la chaqueta fucsia? Ofrecen 50.000. ¿Quién da 50.500? Aquí delante, 50.500. ¿51.000? ¿Alguien? ¿Sí? Y en la sala imaginaria se oye un oooh muy prolongado. Gracias señora. 51.000 a la una. 51.000 a las dos. A las tres. Vendido. Bienvenidos al circo del arte, espectáculo con varias pistas y orquestas. Por aquí desfilan los domadores de tiburones en tanques de formol. Saludan los escultores que moldean piezas millonarias imitando los globos que ascienden hacia lo más alto de la carpa. Y para el final, el número estrella, todo el circo se queda a oscuras y un solo foco ilumina el vaivén del trapecio vacío. Suspense...

Redoble de tambores y triple salto mortal. El mercado global del arte ha vuelto a superar las expectativas. En los últimos meses se han batido todos los récords y este intrincado mundo de intermediarios, artistas, subastas, precios disparatados y coleccionistas a los que no les importa pagarlos ha alcanzado la mayor cifra de negocio de la historia, relegando a categoría de anécdota el ligero descenso de los últimos años en los que la crisis ha dejado una huella imperceptible. En el 2014 (últimos datos disponibles), se compró arte por un valor de 51.000 millones de euros, superando el anterior récord de 48.000 del 2007, antes de la crisis. El volumen de ventas creció un 6%, y se superaron los 39 millones de operaciones.

El año pasado abrieron sus puertas 180 ferias internacionales de categoría superior, el triple de las que había hace 15 años. Hay más milmillonarios que nunca, 2.500 personas en el planeta acumulan 73.000 millones de euros. No sólo eso: internet se está consolidando como un nuevo canal de compra y venta que, si bien es incipiente, ya tiene un protagonismo marcado en este espectáculo de destellos fulgurantes€ y también la base de un iceberg formada por artistas y galerías menos mediáticos que juegan en otro campeonato.

La cultura postpop y kitsch se ha hecho un hueco crucial en el panorama actual. En la imagen una escultura de Jeff Koons (i) y el artista japonés Takeshi Murakami.

Las cifras generales indican que esta Felicilandia, la burbuja irrompible del mercado del arte, tiene sus interrogantes. Es cierto que los grandes coleccionistas no reparan en gastos, pero no es menos verdad que las instituciones de varios países (España, entre ellos) tienen pocos fondos para invertir, lo que deja a un sector muy amplio de artistas (y de galeristas) a merced de circunstancias más inestables.

Si en otros ámbitos de la vida, Estados Unidos muestra un cierto declive a favor de potencias emergentes, especialmente China, en el mercado global del arte, su dominio es aplastante con un control sobre casi la mitad del mercado total y más de un 55% de las ventas de precios más elevados. Aunque China tiene su peso, en el mercado del arte mandan las barras y las estrellas, y no sólo por la práctica paridad del dólar con el euro y el poderío de las billeteras de coleccionistas y museos del otro lado del Atlántico, sino también por el hecho de que, según apunta la profesora McAndrew, "la Administración Obama ha procurado ayudas especiales a aquellos que inviertan en arte".

El circo del arte también es un carrusel que gira sin cesar y del que bajarse en marcha es difícil. Cuanto más caro se vuelve un artista, más codiciada será su nueva obra, sea mejor o peor. Hasta los pintores ven con pasmo como sus piezas alcanzan precios incomprensibles. El alemán Gerhard Richter, el artista europeo vivo más cotizado, lleva unos años criticando esa situación. Hace unos meses aseguró que le afectaba la falta de criterio artístico y que "en los catálogos de subastas, el 70% de lo que se vende es basura". En marzo reconoció que cada vez que bate su propio récord económico siente "horror" y que "no se puede escapar al mercado".

En realidad, se puede adquirir arte de primera fila por menos de 10.000 euros. Un antídoto a todas esas preocupaciones está en parte en la aparición de nuevos coleccionistas que apuesten por caminos menos trillados (fotografía, vídeo, instalaciones) y en internet. "Lo que se vende por internet es la franja más baja del mercado, piezas de entre 300 y 100.000 euros.