Es el mundo rural un lugar donde pasado, presente y futuro han estado y están en nuestras propias manos, de quienes allí nacemos y vivimos, y de nuestros alcaldes y concejales a quien nosotros, los ciudadanos, gracias a la democracia, esa es su grandeza, elegimos autoridades. Sin entrar en ideas y colores, no cabe lugar a dudas que quienes se presentan a las elecciones municipales lo hacen con las mejores intenciones de llevar progreso y desarrollo a sus pueblos y ayuntamientos, mejorando la calidad de vida de la comunidad vecinal. Otra cosa cosa es que puedan conseguirlo o no.

José María Ríos Fadón ha sido uno de los alcaldes con menos tiempo para desarrollar el cargo de alcalde. Por desgracia le llegó la enfermedad. No por ello es menos importante y seguro, yo al menos así lo creo, no lo dudo, hizo lo que pudo.

En la era democrática ya han sido varios los alcaldes alistanos que han fallecido durante el desempeño de sus funciones. Uno de los más recordados fue Francisco Añez Bartolomé, de Muelas del Pan, que perdió la vida en julio de 1997 en un accidente de tráfico en la recta de Coreses. Mención especial para Manuel Miguel Arias, joven alcalde de Figueruela de Arriba, fallecido mientras se celebraba la tradición de Todos los Santos. También en accidente de tráfico fallecía Adelino Lorenzo Fernández, natural de san Cristóbal y alcalde de San Vitero, y la carretera Nacional 122 se llevó la vida de Martín Pérez Faúndez, alcalde de Trabazos. Otros regidores que dejaron profunda huella fueron Gregorio Domínguez como alcalde de Villalcampo y Tomás Carrión Carrión de Alcañices.

Cierto: pues claro que hay alcaldes mejores y peores, tanto, como igual que somos dados a criticarles, unas veces con razón y otras si ella, también hemos de ser consecuentes y reconocer su labor y sacrificio.

En unos tiempos negros, muy negros, para el mundo rural y el futuro de los pueblos, todos, los ciudadanos de a pie y aquellos a quienes cada cuatro años elegimos en las urnas, debemos asumir de antemano, siendo honestos y realistas, que nadie somos imprescindible, pero sí todos somos necesarios y el futuro de nuestra tierra está en nuestras manos. Ganar unas elecciones no da derecho al alcalde a creerse un ser superior, cierto, ni la democracia a que los vecinos lo critiquemos todo por sistema, quizás muchas veces aún sabiendo que no nos asiste la razón. Aquellas civilizaciones donde el progreso alcanzó sus mayores cimas fue donde los gobernantes fueron unos más del pueblo y donde los ciudadanos asumieron que eran tan importantes como quienes les gobernaban. Lo dijo Marco Aurelio: en las guerras pierde hasta quien las gana desde Roma a Hispania. La unión, que nadie lo dude, hace la fuerza.