De la importancia de este patrimonio soterrado son conscientes los fermosellanos. Tomás Marcos mantiene un "estudio multidisciplinar de las bodegas de Fermoselle", redactado por el profesor de Petrología y Geoquímica Miguel López Plaza. En él se recoge que "resulta muy difícil encontrar un parangón en otra población que permita comparar la monumentalidad urbana en combinación con el entramado subterráneo de bodegas, de la manera tan singular que se aúna en Fermoselle". En el trabajo se apuntan tres momentos constructivos: la Edad Media, en el perímetro amurallado de la villa, el siglo XVIII "que coincide con el auge de la viticultura", y el siglo XIX y XX "que se introducen nuevos materiales constructivos para envasado y elaboración de vino". El mundo de bodegas de Fermoselle es un historial de vicisitudes. A estos subterráneos se ha recurrido para protagonizar amigables encuentros, sonadas farras y emotivas convivencias. Pero también han servido para esconder en sus oscuridades alimentos y vinos de las sucesivas soldadescas que pusieron los pies en estos confines.

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