Romería, devoción y petición de lluvias se celebraron de manera ininterrumpidamente durante un siglo, y allá por 1817, el Concejo de Viñas se enfrentaba al propio cura del pueblo al negarse el párroco a hacer la rogativa. El caso es que el cura, lejos de predicar con el ejemplo, lo que hizo fue suprimir el Voto y Concordia por su cuenta y la climatología de volvió adversa: "Por la general necesidad y retraso que se advierte en los campos y frutos pendientes quejándose que por resistencia del actual párroco del dicho lugar de Viñas se había omitido dicha procesión de algunos años a esta parte, faltando el cumplimiento de dicha concordia y Voto".

Tras cien años de rezos y frutos, en 1815 y 1816 las abundantes y fuertes heladas, la piedra (granizadas) y la escasez de lluvias mermaron la cosecha de cereal y de hierba y en 2017 la cosa iba aún a peor creyendo los agricultores y ganaderos, a la vez devotos, que el origen estaba en un castigo divino, por el proceder del cura de no hacer el Voto y Concordia.

Los feligreses y los concejos de Viñas, Rábano y Sejas tomaron medidas serias, -no querían perder la tradición-, y en su representación José de Fuentes y Toro, transmitió al vicario General el malestar de la feligresía por la actitud reacia del cura de Viñas a continuar con dicha festividad a pesar del parecer contrario unánime de concejo y vecinos, a favor estos de seguir con ella. El Vicario General dio la razón a los feligreses y concejos y obligo al cura a hacer las procesiones, dejando claro que no había privilegios, los seglares debía de ir con la cabeza descubierta, llevando el sombreros y monteras en la mano, aguantando el sol aunque este fuera inaguantable.