El teléfono llegó al medio rural como un servicio vital e imprescindible para mejorar la calidad de vida en unos pueblos donde emigración y éxodo rural abrían la puerta a la despoblación con unos padres y abuelos que se quedaban solos en sus lugares de origen y los hijos y nietos que hubieron de emigrar a labrase un futuro mejor y más digno, estudiando o trabajando, ahí al lado de casa, en Zamora o Salamanca, o entierras lejanas desde Estados Unidos a Argentina, de Suiza a Alemania, de Madrid al País Vasco. Y la verdad sea dicha, el teléfono cumplió con creces su cometido manteniendo unidas y en contacto a las familias alistanas residentes con las que se fueron a la diáspora. Todo el gozo cayó en el pozo de la incongruencia, pues lógica y sentido común nos llevaron a creer que, estando tan mal, todo habría de ir a mejor y fuimos a peor.

Tras años del monopolio de Telefónica y la linea fija como única alternativa, bastante fiable y viable, llegaron nuevos tiempos de telefonía móvil e Internet y lo que en las grandes ciudades -allí donde hay millones de clientes y negocio- se convirtió en éxito y solución, en el medio rural -donde cada vez hay menos gentes y poco que vender y ganar-, en un fracaso y un martirio. Nuestros pueblos han cedido gratis terrenos y los propietarios de fincas adyacente firmamos sin mirar la autorización para instalar modernos repetidores que llegaron como la panacea del desarrollo y progreso: y nosotros nos lo creímos. Repetidores que ahora son un desastre y, parece ser, nadie le pone remedio.

Vas al médico y en los consultorios de atención primaria señal de telefonía e Internet ni está ni se le espera. Pongámonos en lo peor. Durante los horarios de consulta, en un domicilio se pone enferma grave una persona: ¿Cómo localizas al médico o a la enfermera si no hay teléfono? De ninguna manera: imposible. Vas a la farmacia con tu flamante tarjeta electrónica pero no funciona porque no hay Internet. Lo de montar un negocio en el medio rural y buscar clientes y rentabilidad es materia imposible, pues sin teléfono e internet, o fallando cada dos por tres, uno o los dos, hacer cualquier tipo de gestión o reserva es un objetivo imposible.

El problema "es entre empresas y personas privadas", decía días pasados una veterana edil. Tiene toda la razón señora. Pero también, los alcaldes y alcaldesas, cuando se presentan a las elecciones deben saber que en la democracia y en el Estado de Derecho su balanza de la justicia, también la social y humana, la calibra y equipara derechos y deberes, o al menos así debería de ser. Los "campesinos" cumplimos deberes y tenemos derecho a unos servicios que nos garanticen una calidad de vida digna y las autoridades a trabajar día a día para conseguir que así sea. Pero echar culpas al prójimo, siempre fue así, es lo más mas fácil. Y es ahí donde todos, autoridades y vecinos, debemos aunar esfuerzos y dar la cara: Telefonía e Internet son algo vital para los pueblos, nuestras vidas penden de un hilo, de cobre o de fibra óptica, y ello, en el siglo XXI, es, sencillamente una auténtica vergüenza.