Después de muchos años dedicada a los más pequeños, a educarles en valores, a colmarlos de conocimientos en una escuela infantil de Argentina, a Liliana Baz le llegó la hora de la jubilación. Sin las ataduras del trabajo había tiempo para vivir, disfrutar, conocer mundo y su marido orquestó, en secreto, un plan que sabía que le haría mucha ilusión: volver al lugar de donde procede su familia.

Aprovechando la Semana Santa, el matrimonio viajó a España y principalmente a Zamora, Almendra del Pan y Manzanal del Barco. En la estación de tren de Zamora les esperaba Manolo Baz, su primo carnal, uno de los familiares cercanos que tienen por estas tierras y que, aunque reside en Zamora, sigue viviendo a menudo en Almendra. Allí conoció a un miembro reciente de la familia, el pequeño Manuel, al que sólo había visto en fotos.

Después de Almendra le tocó el turno a Manzanal y sus puentes, el viaducto Martín Gil en el que trabajó su padre, y la foto frente al cartel de entrada al pueblo, lo mismo que hicieran en Almendra. Con la bandera argentina, porque la patria grande es tan importante como la chica, instantáneas para el recuerdo en todos los puntos importantes. Para el recuerdo y para enseñarle a los de allí, a los que no han viajado pero sueñan con poder hacerlo como su hermana Maricel.

En Manzanal, Liliana pudo visitar a sus primos Magdalena y Benigno. La misma sangre y unos minutos para poder conocer historias de la infancia de su padre, del Manzanal de hace años, para poder verse cara a cara después de toda una vida contada a través de redes sociales. En Manzanal paseó por la casa de su familia, por los mismos senderos por los que caminó su padre antes de tener que buscarse las habichuelas en una Argentina que acogía a los "gallegos" que huían de la posguerra.

"Aquí vive mi familia" decía Liliana Baz cuando pisaba los dos municipios, mientras observaba cada rincón para guardarlo en el disco duro de la memoria, para agarrar cada recuerdo y llevárselo hasta Argentina. "La gente aquí es muy cordial, es amable, ofrecen su casa aunque sólo tengas una amistad o hace años que no te vean y son muy alegres" explicaba cuando ya llegaba un autobús que le alejaría de sus raíces.

La última parada del viaje traía el colofón de la Semana Santa de Zamora, de la sobriedad de la Virgen de la Soledad, de la ciudad bullendo de gente: "Una cosa que me ha impactado es la Semana Santa, el respeto y el silencio. Acude muchísima gente, incluso de otros lugares". Y mientras pasaba la Soledad, acompañada de las damas, el románico, el puente de Piedra, el modernismo de Sagasta. "Hay que valorar la importancia de seguir conservando toda la historia, lo que hace a la ciudad única es la protección y la limpieza de su arquitectura" expresaba en un paseo vespertino a orillas del Duero.

Y unas horas después de venir, unos días después, el viaje acabó pero Liliana se llevó los bolsillos llenos de recuerdos, el corazón repleto del calor de su familia. Mientras, en Argentina espera la oportunidad de poder viajar hasta Zamora su hermana Maricel, sus sobrinos, los que tienen un hueco en el corazón futbolero para el Zamora CF y mientras tanto, cada 15 de mayo, cuando Manzanal del Barco celebra San Torcuato y San Isidro, ponerse la camiseta de la peña y el pañuelo del pueblo y vivir, el latir de sus raíces, a miles de kilómetros de distancia.