Nuestra tierra alistana se vistió ayer con el blanco de la tan esperada y necesaria nieve para el resurgir de los acuíferos y campos; y con el negro del luto, ese que ayuda a llevar la tristeza y la soledad cuando alguien querido que amó sus campos y valles iniciaba su último viaje. El martes, mientras los blancos copos comenzaban a caer por las cumbres de "El Sierro" y la ribera del río Mena, allá por Lober y Tolilla; en Gijón, fallecía Enrique Castro González "Quini", asturiano de origen, -nació el 23 de septiembre de 1949 en Oviedo,-y alistano de corazón. Futbolista de élite y pescador de salmones en aguas del Sella y cazador de libres y perdices entre las urces y robledales alistanos.

En los años sesenta y setenta del siglo XX Aliste cobró fama por un ecosistema donde la abundancia de caza hacia la delicias de los cazadores tras una Guerra Civil donde la caza fue fuente para la supervivencia rural. Fue Asturias tierra de acogida de emigrantes alistanos y en una tertulia de bar en Gijon, en el barrio "La Calzada", allí jugaba en su amado Sporting, cuando Quini oyó las grandezas de Aliste a dos alistanos cazadores e hinchas de su Gijón,: uno de Valer (Marcelo Casado Rivera) y otro de Samir de los Caños. Allí se inicio una peculiar historia que llevaría a Enrique Castro y a su hermano Jesús Castro González, - (portero del Gijón durante 17 años que falleció ahogado en 1993 mientras intentaba salvar a una niña en la playa cántabra de Amió de Pechón)-, a arrendar el coto privado de caza "Tolilla y Lober" asentando en los pueblos alistanos que le daban nombre en el término municipal de Gallegos del Río.

Coincidió el arriendo con la época gloriosa del "Brujo del Gol" en el Fútbol Club Barcelona de Agustin Montal y así fue como pisaron tierras alistanas ilustres futbolistas como Johan Cruyff, Sotil,y Neeskens, entre otros, muchos no atraídos por la caza sino también por las maravillas de los paisajes que los hermanos Quini y Castro les contaban y así conocieron como la sabrosa chuleta de Ternera de Aliste.

Generoso Quini, doy fe de ello, siempre traía en su maletero coloridos banderines, -uno de ellos guardo en mi casa de Valer 35 años después-, y camisetas del Barcelona y algún balón de cuero y de reglamento Adidas o Mikasa que donaba a los hijos de la tierra que soñábamos con ser futbolistas, con los que personalmente tuve la suerte de jugar en mi época de adolescente.

Cuando iba a cazar sus liebres y perdices iban a parar para las familias alistanas, que su corazón era el más grande. Fueron los Castro y Quini dos personas que, aparte de disfrutar de Aliste y los valores alistanos, de admirar y querer a su gentes, dejaron un buen dinero en Tolilla y Lober, en restaurantes y hoteles de la zona, pero también una bondad y una sencillez: dos asturianos que también se sintieron alistanos de acogida. Descansa en paz amigo Quini. Aliste y los alistanos nunca te olvidaremos.