El cementerio y buena parte de pueblo del desaparecido Argusino, desplazado en el año 1967 a consecuencia de la ocupación del núcleo por el embalse de Almendra, aparecen estas fechas a la vista y formando parte del paisaje descubierto.

Su exposición a la intemperie atrae a los argusinejos radicados por los pueblos del entorno, que aprovechan esta reaparición de los restos para reconocer los ámbitos de la anterior morada o, en el caso de los descendientes, para observar lo que fuera el asentamiento de sus abuelos, padres o familiares.

Sobre el cementerio permanecen dispuestas una treintena de cruces construidas con las piedras recogidas de las viviendas demolidas y, en algunos casos, adornadas con ramos de flores en recuerdo de los difuntos.

Son cruces tendidas en el suelo y sencillas, conformadas en casos con dos meros dinteles o con algunas más piedras, de mayor o menor peso pero manejables. Sin embargo, son muchos más los elementos aflorados y que saltan a la vista debido a la baja cota del gran embalse, que mantiene en la actualidad en unos niveles inferiores a los registrados durante todo el pasado año, a pesar de la sequía, ya que está en un 33,4 por ciento. El porcentaje supone un almacenamiento de 885,1 hectómetros cúbicos en un cuenco con una capacidad de 2.688 hectómetros cúbicos.

El descenso de la cota de agua pone a los ojos de la gente no solo el cementerio, que fue sellado con una capa de hormigón, sobre la que aparecen las cruces plantadas por los descendientes, también cercas de fincas completamente desvegetadas, tocones o fustes de árboles que siguen enhiestos y se resisten a caer, y diversos apilamientos de piedras que un día fueron parte de una pared o de una vivienda habitada. Glorialdo Peños afirma que se mantiene en unos niveles próximos o algo inferiores a los presentados en los descubiertos del año 2012 o el año pasado. Su esperanza es que el embalse rebaje aún más su cota para observar su propia era de labranza, realizada con canto, al igual que otras del lugar. La cota de agua de los embalses está supeditada a la pura gestión de las empresas eléctricas que, en estos momentos, miran con buenos ánimos los espesos mantos de nieve que cubren parte del territorio montañoso de la cuenca del Duero.