Villaralbo vivió ayer un sueño, un carrusel de magia a prueba de lluvia, que rompió los esquemas de lo previsto. Se paró el tiempo y se acható la distancia y surgió, del fondo de la fila multicolor, el Castillo de Disney, pura imaginación tiznada de nostalgia y recuerdos almibarados. Allí, vistos y no vistos, una decena de personajes de los que nunca se olvidan, de los que se enrocan en lo personal y no se sueltan. La Bella y la Bestia, ay, qué mensaje. Y así todos los demás, los que se han enroscado en la infancia de varias generaciones.

Y hubo trofeos dorados para todos, copas andantes que se perdieron entre la procesión lúdica. Premios para todos, que estamos en Domingo Gordo y es tiempo de repartir: roscas, orejas, huesos..., delicias de trigo dulce y aceite de oliva. No faltaron tampoco, no podían faltar, las animadoras de España, que vivimos tiempos de exaltación y de reafirmar identidades.

Para originalidad, la máquina de expender chicles. Niños a la cola y bolas enormes como las piedras de "Buscando el arca perdida". Volver a la inocencia, recordar tiempos en que la felicidad venía por el gusto.

Pero el carrusel iba y venía sin parar, ya sin miedo a la lluvia, que se asustó, estornudó y se fue. Llegaron los hippies con sus flores y colores de Agatha Ruiz de la Prada, su canto a la vida, al amor libre, una filosofía efímera que solo vale para tiempos de fiesta. Y las muñecas Fofucha volvieron a hacer un guiño a los más pequeños. Algunos entendieron el mensaje de la enorme botella de Fairy. Otros no. Los Carnavales no se agotaron ayer en Villaralbo. Siguen hasta el Miércoles, cuando se enterrará la sardina. Mañana está previsto un gran desfile y a continuación la entrega de premios a los más carnavalescos. La cosa promete.