El Pego volvió a correr el gallo. Nueve quintos han sido este año los encargados de revivir la tradición que se identifica con la gran prueba de la madurez a través de las confesiones satíricas y chispeantes ante el ave. Victoria Aparicio, Abel Riesco, María Esteban, Rubén Fernández, Sergio Rodríguez, Víctor Olivares, Raquel San Millán, Antía García y Anaraida Piedra renovaron un ritual muy arraigado en El Pego que tradicionalmente coincidía con la fiesta de la Virgen de las Candelas, el 2 de febrero, aunque en los últimos años se traslada al fin de semana.

Es así posible la participación de la mayor parte de la quintada, los que viven en El Pego y los hijos del pueblo que residen fuera. Todos, a lomos de los caballos, se reunieron a las cuatro de la tarde para recitar las relaciones elaboradas por Celestino Rodríguez, Diego Riesco, Luis Miguel de Dios y Javier García.

"Tanta gente reunida/ oyendo con atención/ y yo el centro de atracción/ orgullosa y presumida./ No me siento cohibida./ La calma no me abandona./ Hoy me siento una reinona,/ alta, lista, chula y bella,/ como si fuera una estrella,/ como si fuera Madona". Victoria Aparicio, desenvuelta como sus compañeros, daba la bienvenida al público en una tarde fría. Dirigiéndose al gallo, María Esteban espetaba: "Hoy tenemos que juzgar/ a un reo en la soga atado./ Ya sabéis el resultado:/ lo vamos a condenar./ Pero antes hay que contar/ la historia de esta pollita./ Una historia sencillita/ que marcará todo un hito./ Después de cinco coquitos/ corre el gallo una coquita". Los quintos fueron expresando sus cuitas y el sentir de una tradición que llevan muy dentro. Lo expresaba Abel Riesco. "Esta fiesta divertida,/ vistosa y original/ deja en el quinto señal/ que le marca de por vida./ Lo que siente no lo olvida:/ los murmullos al llegar,/ el silencio al recitar,/ nervios en los compañeros./ Serán lazos duraderos/ que te unen a este lugar".

La fiesta había comenzado por la mañana con la misa, a la que acudieron quintos y quintas a lomos de los caballos y vistiendo la capa castellana, y con la quinta mayor ofreciendo una tarta y dos velas, en recuerdo de la purificación de la Virgen del Templo.