Los Carochos impregnaron ayer de magia, alegría y buenos deseos calles y plazas, como manda la ancestral tradición cada Año Nuevo, para dar la bienvenida a 2018. Una mascarada de invierno, declarada Fiesta de Interés Cultural de Castilla y León, que cumplía sus 45 años de celebración ininterrumpida.

Tras las fulgurantes celebraciones de Año Nuevo de los primeros años del siglo XX los Carochos salieron durante la Monarquía de Alfonso XIII (1902 a 1931) y la Segunda República, hasta el 1 de enero de 1936, año en que el día 18 de julio comenzaba la Guerra Civil, cayendo en el triste olvido en 1937, 1938 y 1939, para regresar en 1940 tras finalizar la trágica contienda. Durante dos décadas brilló con luz propia, -las penurias de la posguerra la hicieron más fuertes-, hasta que en los años 60 volvía a dormir el sueño de los justos como parte de la memoria colectiva de un pueblo que los abuelos contaban a los nietos y los padres a sus hijos al calor de la lumbre en las largas noches de invierno. De esta manera alma, corazón y vida de los Carochos nunca sucumbieron y el 1 de enero 1973 volvían resurgir de las cenizas del olvido.

José Miguel Canas Morán fue este año el encargado de encarnar al " Grande" y Benjamín Chimeno González al "Carocho Chiquito", compañeros de viaje que con su fiera figura, bajo el estruendo de las tenazas de escalera y las cencerras, con olor a azufre quemado, fueron los encargados de abrir la celebración camino de la "Casa del Cura", a orillas del río Frío, para bautizar al rapacico de la Madama y pedir permiso a la autoridad: el alcalde Casimiro Rodríguez Morán.

Los restantes nueve personajes fueron representados por José Manuel Vara Matellán (Filandorra), Roberto del Río Gallego (Galán), Alejandro Rodríguez Blanco (El Cerrón), Pablo Benedicto Vara (Madama), Alberto Casado Chimeno (El del Tamboril), Adrián Chimeno González (Molacillo), David Casas Brizuela (Gitano), Jorge Blanco Sutil (Ciego de Atrás) y Daniel Casas Brizuela (El Cojo).

Las nuevas generaciones han tomado el testigo, aconsejados por los mayores, para mantener viva la tradición. Los casamientos de hombres y mujeres fuera de Riofrío de Aliste traían consigo que ayer había mozos oriundos, con madres o padres, de pueblos como es el caso Tábara, Valer de Aliste y Fradellos.