Un año más Montamarta ha recibido el nuevo año con las diabluras del Zangarrón, el protagonista de la ancestral mascarada que en esta ocasión encarnaba Ángel Mollón Contreras. El joven cumplía uno de sus sueños al enfundarse el traje tras el cual ha corrido cada 1 de enero "desde que tenía 3 o 4 años para tocar los cencerros, igual que hacían hoy otros niños conmigo", explica una vez terminada la carrera, con la emoción y la ilusión todavía en el cuerpo. Ser Zangarrón es un privilegio del que solo disfrutan dos quintos cada año, por eso es una responsabilidad darlo todo, Ángel llevaba varias semanas entrenándose y ayer brincó "literalmente hasta que me rompí y no pude más", demostrando una energía que bien valió las felicitaciones recibidas por la tarde de parte de sus paisanos.

Los principales escenarios de esta ancestral tradición son la plaza del Sol y el entorno de la ermita de la Virgen del Castillo, en cuyo portal el Zangarrón se repone del esfuerzo de la subida, en vuelto en una buena manta, mientras dentro se desarrolla la misa de Año Nuevo, que el cura Matías Pérez anima con un villancico con referencias a temas de actualidad, en esta ocasión la sequía, la despoblación y la crisis de Cataluña. La demoníaca figura interrumpe la ceremonia para llevar a cabo la ofrenda de dos hogazas que pincha con su tridente. Una vez acabada la misa, el Zangarrón persigue y azota a los mozos creando un particular soniquete debido a los cencerros que cuelgan de su espalda y se mueven al ritmo de sus movimiento. Estas carreras congregan a todos los vecinos de Montamarta, a un buen número de forasteros y sobre todo a fotógrafos que pelean por inmortalizar las emociones de todos los participantes de la mascarada y el color del propio acto.

El sábado saldrá a las calles de Montamarta el Zangarrón del Día de Reyes, encarnado por otro mozo y diferenciado por el color de la máscara, que será roja en lugar de negra.