El quinto Aitor Arribas representó ayer la figura del Zangarrón, en Sanzoles, provisto de una energía desbordante que le impulsó a correr como un felino y con éxito incluso tras la estela de su propio padre, Laurentino, que ya protagonizara el papel de la tradicional mascarada hace treinta años. Es una familia que lleva en la sangre el mantenimiento del Zangarrón por cuanto que ya son siete los que han cargado con la pesada careta y lucido los singulares ropajes, cinco de ellos hermanos. Ahora es la generación de los nietos la que desempeña el papel con el reto de superar a los precedentes y no dejar caer ni un ápice la bandera. Los Arribes es la familia que más zangarrones ha dado a Sanzoles y, puestos en escena, no dudan en sacudirse entre ellos.

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Aitor Arribas apareció en escena con la misma careta que estrenó su progenitor hace seis lustros. A las 8.30 horas la quintada se reunión en la Casa de Quintos para dar cuenta de chocolate y sopas de ajos. Seguidamente saltan a la calle para perseguir a todo el que se cruza en el camino para sacarle el dinero o el aguinaldo. Son momentos auténticos. Hacia las 10.30 horas los quintos ofrecen a todo el que quiera un aperitivo de huevos con chorizo. A continuación prosiguen con el festejo y el baile desplazándose, ambientados con el tambor y la flauta de Tanis, hasta la iglesia, cuya entrada está vetada al Zangarrón.

Otros momentos estelares de la jornada tuvieron lugar a la salida de la iglesia con la talla de Esteban, santo de los mozos, y durante el desarrollo del Baile del Niño con el ritual de las venias cargadas de simbolismo y que implica al conjunto de los quintos. Son momentos seguidos con expectación por el público. El sacerdote también colabora a la buena marcha de la tradición con el ofrecimiento de pastas.

Es una tradición que exige a los quintos protagonismo y ejercicio de madurez para, a través del Zangarrón y sus compañías, mostrar una responsabilidad reconocida. Los aguinaldos y las armonías permiten a la quintada disfrutar de su memorable fiesta y financiarla.

El Zangarrón de Aitor Arribas discurrió en una festividad local marcada por unas temperaturas rigurosas pero admisibles. Es una festividad declarada de interés regional, arropada por los vecinos como una signo de identidad.