José Manuel García Domínguez -San Miguel de la Ribera, 1957- se reivindica como "médico de pueblo", aquella figura venerada, la persona de confianza, un hombre "entregado y constante" como han valorado los vecinos de Castrillo de la Guareña para dar su nombre al local social del pueblo. Halagado por semejante reconocimiento cuando aún está en activo, el doctor García Domínguez siente que a lo largo de 36 años en este pueblo, compartido con Fuentelapeña, no ha hecho más que cumplir con un deber que entiende más allá de la pura atención sanitaria, que toca la fibra humana. "Es importante sentarte al lado de la persona y que sienta que vas a hacer todo lo posible por curarla".

-Después de 36 años como médico de Castrillo le llega este reconocimiento de los vecinos ¿sorprendido?

-Me sorprendió un poco porque parece que estas cosas se hacen cuando uno se jubila y, total, me quedan cinco o seis años. Es verdad que me he relacionado siempre muy bien con los vecinos y a lo largo de estos años hemos vivido de todo. Mi forma de trabajar está muy próxima a lo que era antes el médico del pueblo, estás para todo. Y luego se da otra circunstancia; en estos pueblos pequeños que además no son cabecera de partido médico, viven la asistencia, también en los demás servicios, como si fueran ciudadanos de segunda clase. El médico no está todos los días, (voy dos días a la semana), no tienen ni la cuarta parte de los servicios de las cabeceras.

-¿En lo que a la prestación sanitaria se refiere por qué están en desventaja?

-Por ejemplo, en Castrillo no tenemos el programa Medora (la historia clínica electrónica); para los resultados de las pruebas complementarias los pacientes dependen de Fuentelapeña o Fuentesaúco, tampoco pueden acceder a la receta electrónica. Están en desventaja, sin duda.

-Esas carencias no cuadran con la pretendida igualdad en los servicios públicos.

-Por eso, de alguna manera tratas de compensar. En Fuentelapeña, como sí hay intranet, yo pido una analítica y al día siguiente tengo el resultado en el ordenador. En Castrillo, que voy los martes y los jueves, si se extraen la sangre el viernes pues hasta el jueves de la semana siguiente no lo tienen y además tengo que llevar la analítica en papel. Y si es una radiografía tienen que ir a Toro, esperar a que yo la vea en el ordenador en Fuentelapeña e interpretársela en Castrillo. De alguna manera yo intento compensar todas esas carencias con un poco más esfuerzo y eso los vecinos lo valoran. Mi manera de trabajar es intentar ganarte su confianza hasta el punto de que confían en ti para todo.

-¿Esa proximidad permite ejercer una medicina más humanizada?

-La cercanía es muy importante, trabajas de forma más personalizada que en el medio urbano. Aunque es verdad que esa dependencia tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

-¿Cómo han cambiado las cosas desde que usted empezó hace 36 años a hoy?

-Cuando empezamos en el Centro de Salud en el 85 la comarca (la zona de salud de Guareña) tenía unos 7.000 habitantes y ahora no llega a los 6.000. Los pueblos pequeños no pierden tanto, lo que pasa es que la población está mucho más envejecida. En Castrillo nos mantenemos en unos cien habitantes (hay otros 50 que viven fuera pero están empadronados allí), y de esos cien más de sesenta son jubilados.

-En la asistencia repercutirá porque los mayores van con más frecuencia al médico.

-Sí, van más y se trabaja mucho más a domicilio. Se ha avanzado en cuando a los medios de comunicación porque antes dependían del coche de línea para todo, ahora tienen su coche. Pero más de la mitad de la zona ha vivido mirando a Salamanca; de hecho Castrillo, Fuentelapeña, Vadillo y Villaescusa tienen allí los especialistas.

-Y casi mejores comunicaciones que con Zamora ¿no?

-Con Zamora es increíble, hay un coche de línea a las siete de la mañana que vuelve a las siete de la tarde, con un recorrido de casi dos horas. Para una persona de setenta y tantos años eso es imposible. Con otro inconveniente y es que la comunicación entre los pueblos es mala, ahora han puesto transporte a la demanda pero deja un poco que desear. Por ejemplo, desde el punto de vista sanitario, si yo le pido una analítica a un paciente de Castrillo tiene que ir a Fuentesaúco (solo tres días a la semana), llamar al transporte a la demanda que lo lleva a las 9 de la mañana y vuelve a su pueblo a la una o a las dos, se tiene que tirar allí toda la mañana. Y pasa los mismo con una radiografía porque el paciente debe ir a Toro, lo llevan a primera hora y solo es un día a la semana.

-¿No le ha tentado nunca la idea de cambiar a la ciudad?

-No porque me he convencido de que la asistencia rural es totalmente diferente, mucho más personalizada, más cercana, y a mi es lo que me gusta. Nací en un pueblo, soy de la zona y me gusta ese sistema, no me veo en una ciudad en la consulta desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde, viendo a un paciente detrás de otro, apremiado por el tiempo. Al final no acabas de conocer a tus pacientes porque no controlas a la población.

-En La Guareña ha tenido muchas vivencias, fue durante muchos años coordinador del Centro de Salud, también médico durante los espantes de Fuentesaúco con todo lo que implica.

-Es verdad, he podido desarrollar mi profesión allí hasta el máximo. Han sido unos años muy buenos, pasamos un grupo de gente con ganas de trabajar y logramos muchísimas cosas.

-El periodo como médico taurino sería especialmente agitada y difícil.

-Del Duero para abajo todas las fiestas son toros. Al principio, cuando no tienes experiencia, te da miedo; además apenas había medios, pero poco a poco adquieres práctica y en el año 91 el compañero de Fuentesaúco me propuso colaborar. Fuentesaúco es especial y problemático por las cogidas; estuvimos unos años, nos fuimos haciendo con un equipo, trabajamos muchísimo porque son cinco días sin parar y con toros a todas horas. Pero compensaba porque la asistencia da muchas satisfacciones, también disgustos.

-¿Por ejemplo?

-La peor experiencia fue cuando el toro mató a un chico de 21 años y no pudimos hacer nada. Tienes a los padres delante y darles una noticia así es durísimo.

-También salvan vidas...

-Pero eso forma parte de nuestro trabajo. Me acuerdo que la primera atención un poco espectacular en Castrillo de la Guareña fue por una cornada en la femoral al empresario taurino. Nos metimos en la ambulancia taponando como pudimos y salió adelante. Es cierto que año tras año vas cogiendo experiencia y tranquilidad.

-También fue una prueba la etapa de coordinador, con el arranque del Centro de Salud.

-Al principio fueron muchas reuniones de formación del equipo, con broncas muy duras; salías muy cabreado, pero llegaba a Castrillo y al terminar la consulta ya no me acordaba, tenía para mi un efecto relajante.

-Ahí es donde le sale la vena de médico rural

-Es que el médico de pueblo tiene unas connotaciones especiales y eso no se lo enseñan a los MIR. Les preparan para el hospital, para estar en urgencias, en el centro de salud, pero la asistencia tan personalizada, tan dependiente, ese médico de la persona, de la familia, del vecino, ese que te cuenta su vida. Es una faceta de nuestro trabajo que no podemos obviar.

-¿Cómo les están afectado los "recortes"?

-Nos ha hecho mucho daño a nosotros y a la población. En la zona de Guareña hemos perdido tres médicos, de 13 a 10, y con la amenaza de perder otro más.

-Pero usted seguirá al pie del cañón hasta el final.

-Nunca había pensado jubilarme el allí, pero ahora sí. Ha habido momentos difíciles y me podía haber marchado, pero no me gusta la medicina urbana. Y además el ambiente de trabajo en Fuentesaúco es bueno; llegar por la mañana y encontrar compañeros que ya son más amigos, que siempre te van a echar una mano, eso no tiene precio pero tiene un valor.

-Tanto como las safisfacciones que le da su condición de médico de pueblo.

-Es que más allá de las pruebas complementarias es importante sentarte con una persona y que sienta que vas a hacer por ella todo lo posible para solucionar el problema y lo tienes que demostrar, no con palabras sino con el trabajo. Me siento a su lado, le digo no te preocupes, vamos a mirarte, intentamos resolver el problema. Estamos muy agobiados con el tema de diagnosticar enfermedades, que es la base, pero sin olvidar lo anterior. Cuando empecé me dieron un título que se llamaba médico de asistencia pública domiciliaria; tenemos que trabajar a domicilio muchísimo, me conozco todas las casas, se hasta lo que comen, eso es esencial. En el trabajo a domicilio tienes que ir a ver al paciente, te encuentras a la familia, en tu coche tienes que llevar todos los medios de la consulta. Es otra historia.

-¿Qué va a sentir ahora cuando llegue a Castrillo y vea que el centro social lleva su nombre?

-Me halaga el homenaje y pienso, a partir de ahora qué. Seguiré haciendo mi trabajo con la ilusión de siempre, aunque parece que ahora uno tiene más responsabilidad.