"Mira que bonitos son". Pilar de Pedro observa los corderos con verdadera devoción mientras los animalillos merodean en busca de la ubre para alimentarse. Es el ciclo de la vida en una de las explotaciones que pueblan la comarca de Sayago. Cada vez menos en un mundo rural que "agoniza". Lo expresa en las cartas (sin respuesta) que casi como un desahogo remite a la Junta de Castilla y León, donde manifiesta el "malestar e impotencia que sufrimos los agricultores y ganaderos". Esta sayaguesa tiene autoridad para hablar del pueblo y del campo, la que le otorgan los más de 30 años al pie del negocio pecuario junto a sus hermanos Alberto y José.

Hija de ganaderos, la única mujer de los cuatro hijos parecía llamada a labrarse el futuro lejos de Luelmo. Y lo intentó, estudió en Muga y en Zamora, preparó oposiciones para factor de Renfe, luego en la Seguridad Social, "pero me tiraron en el último", se fue a Madrid hasta que una enfermedad de su madre la obligó a retornar al pueblo. "Y aquí me quedé, formamos la sociedad los hermanos y hasta hoy".

¿Arrepentida?, "no porque aquí se está muy bien, esto es muy tranquilo, a veces demasiado porque ni te tropiezas con la gente; pero si nos trataran mejor?". Para Pilar de Pedro, la "falta de apoyo" al sector primario "está acabando con el mundo rural" y ha desencadenado la huida de los jóvenes, sobre todo en la ganadería.

"Esto no lo aguantan; no es que sea muy duro el trabajo físico, pero es un no parar. Es la esclavitud de los 365 días del año. Aquí no hay festivos ni Navidad, es una rutina diaria que no puedes dejar. El que se emplea en una empresa (no digamos en la Administración) termina la faena el viernes y descansa el fin de semana, pero nosotros no podemos", reflexiona mientras limpia con esmero el tanque de la leche. "Esto me lleva media hora por lo menos", hasta que el recipiente queda impoluto para que el producto vaya con todas las garantías y bendiciones a la fábrica.

El escenario ha cambiado por completo desde que Pilar se embarcó con las ovejas, empezando porque "no queda gente. Antes se araban todas las tierras del monte, el terreno estaba oxigenado, el agua manaba, el monte estaba limpio. Tocaba el alcalde la campana para hacer unas fajinas y se limpiaba las fuentes, podías beber en todos los sitios y ahora la estamos comprando. Hay mucho abandono, dentro de 5 años Luelmo será la selva virgen y así casi todos los pueblos".

Y hablamos de un municipio donde se mantienen en activo 16 explotaciones ganaderas, 12 de vacuno -de las que 5 se mantienen en extensivo y se saca el ganado a pastorear, el resto son estabuladas- y 4 de vacuno, alguna nueva incorporación de jóvenes que se han quedado en el paro y vuelven a los orígenes.

El año además no ha sido bueno, "catastrófico" describe la ganadera, por culpa de una prolongadísima sequía que ha esquilmado el campo, el alimento, el agua y en suma la producción. "Encima te ves mal para el alimento, este año no se encontraba paja de cebada. Los de la alfalfa dicen que no les dejan regar, que cortan el agua porque no hay, entonces qué vamos a tener para el próximo año. O esto pega una vuelta de 365 grados o termina por agotarse todo"

Dice Pilar que este año no cuadran las cuentas ni con las subvenciones". Porque "la agricultura y la ganadería dependen del tiempo, si viene bueno vamos para arriba, pero si viene malo nos hunde, y este año ha sido criminal; en junio ya estábamos con los camiones de tacos y es todo dinero. Las ovejas se han comido la hierba de cinco años y lo peor será el año que viene porque sigue sin llover. El agua es oro líquido para nosotros; te falta y se murió todo".

Tampoco acompañan los precios, con la leche "por los suelos, y eso que hay poca. En 2015 se pagó curiosamente, pero el año pasado y este muy mal. Según está el año han tenido la poca vergüenza de bajárnosla. Total que para ganar cuatro pierdes ocho" se lamenta la ganadera sin perder comba en la faena, ahora con el ordeño mecánico, colocando las pezoneras en las ubres de las ovejas. "Es lógico que nadie quiera quedarse. Yo, porque tengo la edad que tengo y por mis hermanos sino, a fregar escaleras" espeta con un tono más de desahogo que de convencimiento.

Porque a Pilar le gusta lo que hace, porque ama a sus animales aunque el panorama no es ilusionante. "Quedamos un puñado activos en el pueblo, lo demás son personas mayores, algunas muy mayores. Luego que tiran de la hucha de las pensiones para pagar la extra, pero si es lógico; con lo que pagamos (Seguridad Social) los del pueblo no se si habrá para cuatro o cinco pensiones".

Tan preocupante es la situación "que ya tengo más miedo a la sequía que al lobo" cuenta con el imborrable recuerdo del ataque sufrido el año pasado, con un censo de 30 animales muertos. "Con el lobo estamos muy esclavizados porque tienes que estar todo el día con el ganado; antes en el verano las ovejas disfrutaban del campo, no las tenías que encerrar y ahora a las cañizas". Ni siquiera los mastines (tiene 3) "son una solución, sino una ayuda. Sayago no es tierra de lobos, como nos quieren hacer creer; si los hay es porque los han traído, como a otros muchos animales salvajes, que no somos tontos", le cuenta Pilar de Pedro en una de las cartas al director general del Medio Natural.

La fauna salvaje constituye todo un quebradero de cabeza para los ganaderos y la población en general que sufre los cada vez más frecuentes accidentes. "Si alguien piensa que los animales domésticos y los salvajes pueden vivir juntos, yo le invito a que se venga a Luelmo y monte una ganadería, porque los hechos se demuestran andando". Pilar se pregunta "¿desde cuándo hay corzos en Sayago? Y el jabalí lo habíamos visto en la enciclopedia, ahora, el otro día sin ir más lejos, cuando íbamos al matadero se nos cruzó uno en Pereruela".

Una preocupación añadida a la incertidumbre con la que trabaja el sector primario. "Somos los más arrastraditos. Si nos quedaran libres 800 euros a cada uno de nosotros tres era capitán general".