A Antonio Costillas lo de las antigüedades le viene de familia. La dedicación de su padre a los desguaces favoreció la acumulación de aperos de labranza y utensilios de oficios extinguidos, cacharros y en general objetos a los que nadie miraba, del todo inapreciables. "Hacíamos limpiezas de las casas, recogíamos todo y lo que no valía, al punto limpio o se destruía; pero había cosas que me llamaban la atención y yo me lo traía" comenta este saucano, hoy poseedor junto a su esposa Miriam Martín de una colección de más de 1.200 piezas donde hay "casi" de todo.

Cantareras, almireces, candiles, máquinas de escribir, planchas, molinillos, artesas, máquinas de coser, cestos, balanzas, pucheros, relojes de pared (uno de ellos construido en Medina de Rioseco y otro inglés), radios, una rueca alistana, la máquina de hacer farinatos, para rallar el pan o un fuelle para hinchar los pellejos de vino "que tendrá 200 años". El rosario es interminable.

Algunas de estas antiguallas han sido restauradas "con muchas horas de trabajo", puntualiza el coleccionista, de tal forma que lo que antaño eran estorbos se ha transformado en preciadas piezas de las que Costillas no está dispuesto a desprenderse.

"Solo vendo lo que tengo repetido" precisa este coleccionista entregado todavía a enriquecer su pequeño "tesoro" con objetos que se le han resistido. "Hay muchas cosas que no tengo". ¿Por ejemplo? "Tornos de hacer chorizos hechos todos de madera, no soy capaz de hacerme con ninguno" confiesa. Aunque observando tal concentración de piezas pareciera que estamos ante un perfecto retorno al ayer.

Y así lo quisiera ver Antonio Castillas, reunido en un museo en Fuentesaúco, a la vista del público. "Se lo he dicho al alcalde; si hay un espacio esto queda para el pueblo". Y parece que la propuesta ha sido bien recibida si alguna vez viera la luz un añorado espacio cultural para dar cabida a las inquietudes que surgen en la capital de La Guareña.

Hasta que ese proyecto no sea una realidad, tal firmamento de antigüedades se mantiene en el ámbito privado de este matrimonio entregado desde hace años a la recolección de antigüedades. "Los chicos de 20 años ya no saben lo que es nada de esto porque no lo han conocido" comenta Costillas mientras transita por los centenares de objetos repartidos entre una casa antigua en el pueblo, que corrió el riesgo de perderse por un incendio, y una nave a las afueras de Fuentesaúco. "Muchas cosas, trillos, yugos, escaños, banquetas..., iban a la chimenea, la gente no apreciaba el valor de lo clásico" comenta con cierta nostalgia.

Y se dirige a la "joya de la corona": una trilladora del año 1960 que Antonio Costillas adquirió en Vitigudino y que solo ha salido de la nave una vez, "hace 22 años" para exponerla en la Feria de los Santos. Todo un símbolo de la floreciente Castilla agraria, cuando la mecanización tomaba el testigo del trabajo manual. "Muchas de estas máquinas se quemaban y se aprovechaba el hierro, otras fueron a Marruecos cuando aquí llegaron las cosechadoras".

Arados, bieldos, tornaderas, palas de madera, horcas, guadañas, rastrillos, cestos, medias fanegas o el carretillo de madera se entremezclan con el lavabo, baúles, puertas y ventanas, bicicletas con la dinamo, el lavadero y la tajuela, las aguaderas, baquetas, monturas... Las piezas se almacenan a la espera de un espacio digno donde quede inmortalizada esta memoria del pasado, con los objetos identificadas, datadas y contextualizados.

"Qué voy a hacer con ello, lo bueno de esto es que todo el mundo pueda disfrutar de ello, que lo vea y se respete nuestro pasado" ansía Antonio Costillas.