La Junta de Trabajo puede reunirse por primera vez "la próxima semana", indicó el ingeniero Jesús Lozano. El primer paso que deberá dar será elegir un presidente.

La jornada de ayer evidenció el deseo de transformación del territorio y desarrollo que existe en la villa de Arribes. Ganaderos, hosteleros, bodegueros, constructores, jubilados e integrantes de todos los sectores estuvieron presentes en la sala ansiosos por conocer los pormenores de una concentración parcelaria reclamada desde hace décadas, y que todos venían anunciando como "necesaria" para salir del declive. Fue una Asamblea multisectorial, donde se dio voz y voto a todos los asistentes, con posibilidades de elegir a quien consideraran más oportuno.

A la propuesta de nombrar "a voluntarios" que estuvieran dispuestos a ejercer como auxiliares de los técnicos, se presentaron una docena de personas. Se repartieron unas hojas en blanco para que cada uno escribiera tres nombres. Al presentar algunos los papeles de toda la fila se decidió repetir la votación para evitar posibles duplicidades. "Estoy seguro que nadie votó dos veces" comentaba un asistentes. En una segunda votación se entregaron personalmente las papeletas. La armonía y la buena atmósfera reinante quedó de relieve en las propias nominaciones de un pueblo donde casi pesan más los apodos que los nombres. Cuando el secretario procedió a dar lectura y luz a los elegidos, muy contados fueron los que gozaron de tener el nombre y dos apellidos. Algunos aparecían solo por "el mote", otros por el nombre y el apodo, otros por un solo apellido.

"Yo elijo por los motes" expresaba una mujer. Muchos recurrían a los sentados al lado para tratar de conocer el nombre. "Carajita", "El Bicho", "Patatero", "Picón". El mote no admitía dudas para los vecinos, salvo para los técnicos que admitían la realidad como algo más que fidedigno. Es Fermoselle. Un vecindario de apodos que no dejan lugar a dudas y tienen el crédito de un bautismo.