Los designios de Dios son inescrutables y los destinos del amor impredecibles. Un sacerdote llegado de tierras lejanas para quedarse y ser un alistano más, medio siglo cumplió en julio en Mahíde, y dos feligreses alistanos de pura cepa coinciden en la celebración de las bodas de oro cincuenta años después de que dieran el primer sí quiero.

La, cuando menos peculiar historia, comienza en el verano de 1967 cuando Tomás Castaño Fernández, natural de Alcorcillo, pero nacido en casa de su abuela en Santa Ana, y María Fernández, de Figueruela de Arriba, pero residente en San Pedro de las Herrerías, tras cuatro años de noviazgo se deciden a unirse en santo matrimonio y formar su propia familia "para siempre" y no cabe dudas de que para siempre ha sido y será.

Deciden casarse, pero no en Aliste, sino en Zamora capital, eligiéndose la iglesia de San José Obrero, de riguroso negro, como mandaban los cánones y las costumbres de la época. Hasta allí se desplazaron también los dos sacerdotes, foráneos, recién nombrados párrocos de las parroquias de Santa María Egipciaca de Mahíde, Marcelino Pascual Gutiérrez, y de "San Jorge" de Gallegos del Campo, Carmelo Justino Aguado.

Cincuenta años después, en 2017, llegó la hora de celebrar las "Bodas de Oro", dándose un caso cuando menos peculiar, pues los contrayentes volvieron a darse el si quiero en una ceremonia oficiada por el mismo sacerdote al que les une una amistad de más de medio siglo.

En esta ocasión la ceremonia se celebró en pleno campo: más concretamente en la finca "María Pinta" de Alcañices, adquirida por Tomás Castaño hace veinticinco años y convertida por él en un auténtico vergel en el que conviven ovejas de pura raza, gallinas, palomas, perros y gatos, a donde acude cada día a "trabajar" (gastar el tiempo), a descansar y a recoger los datos pluviométricos en la estación meteorológica que como buen ex-agente del Icona y de Medio Ambiente controla.

La misa tuvo lugar en un improvisado altar bajo la sombra de un pino piñero, decorado con plantas de la zona: quiruelas, urces, escobas y espigas de trigo y centeno. Allí Tomas y María volvieron a ponerse su anillos, ante los familiares y amigos, testigos de que, algunas veces, cada vez menos, el amor es para siempre. El banquete campero contó con un cordero asado criado en la propia finca de María Pinta y una tarta que en aquellos lejanos tiempos casi ni existían.

En 1967 había poco tiempo y dinero para luna de miel y el viaje se ciñó a visitar Galicia. Ahora, los dos enamorados, se lo han tomado con más tranquilidad y en serio, sin prisa pero sin pausa, y disfrutan de su amor por la zona costera del Mediterráneo, en tierras de Tetuán, Tánger, Nador y Melilla: Marruecos, un país que a Tomás y María siempre cautivó y él, ya con 91 años cumplidos podrá conocer y disfrutar, rememorando aquel 1940 cuando llegó como militar al Norte de África.

Tomás Castaño se emociona: "Soy feliz con María. El amor puede durar y durará toda la vida si hay cariño, honestidad y respeto. Solo pido para todos los alistanos salud a nuestra amada Virgen de la Salud, que llueva y que los incendios forestales no calcinen y arrasen este paraíso de valles y montes que son nuestros pueblos. Aliste y los alistanos somos lo mejor del mundo".