Zamora tiene torero. Alberto Durán demostró ayer en su pueblo, en Villamor de los Escuderos, que está más que preparado para triunfar en la profesión más difícil del mundo. Ante su gente, ante sus amigos, de Zamora y Salamanca, dejó sobre el redondel de la portátil su impronta de matador clásico, vertical, castellano, a quien le gusta hacer las cosas bien, desde el principio. Sin alardes innecesarios, buscando el toreo total.

Quizás lo de menos es el resultado artístico. Durán se llevó en el esportón cinco orejas, que hubieran sido muchas más si hubiera rematado con el acero. Lo que queda es esa fragancia de matador hecho a pesar de que llevaba sin torear desde hace un año. Tiene el diestro de Villamor la virtud de lidiar con sentido, marcando los tiempos, de hacer las cosas despacio, dándole respiro a las reses que estas le agradecieron devolviéndole embestidas que no arrancan otros toreros.

El público, que llenó tres cuartos de los tendidos, se volcó con el matador desde el paseíllo. Jugaba en casa y eso siempre se nota, pero no hubo concesiones. Quería demostrar Alberto Durán que Zamora tiene torero, que la provincia debe estar representada en las mejores ferias del país y lo demostró con creces. Arriesgó y en varios momentos de la faena se puso en terrenos de las reses, para sacarles pases imposibles. Voluntarioso hasta la extenuación, cumplió con creces su objetivo y las exigencias de los aficionados que salieron demandando más carteles para el de la Guareña.

Las reses de Loren Espioja se dejaron torear y, en general, dieron buen juego. El torero de la tierra se llevó dos orejas de su segundo enemigo, dos de su tercero y una del cuarto. Mató arriba, pero algunas estocadas quedaron ligeramente atravesadas, lo que hizo que las reses tardarán en morir, lo que obligó al torero a utilizar el descabello.

Como no podía ser de otra manera, presenció el festejo Andrés Vázquez, el torero villalpandino que no perdió detalle de lo que estaba ocurriendo en el redondel. Para él fue el brindis del primer toro. Se escenificó así el relevo en la tauromaquia zamorana. "El Nono" deja sus trastes al de Villamor que ahora necesita corridas y suerte. La clase la demuestra en cada festejo y su seriedad y ganas de hacer las cosas bien, también.

Tenía una espina clavada Alberto Durán que este año no ha sido acartelado ni en su provincia. De ahí el interés que tenía ayer en quedar bien ante sus paisanos y el resto de aficionado de la provincia. También se desplazaron seguidores del zamorano de otras provincias como Salamanca. Todos salieron de la portátil con ganas de volver a ver la diestro de Villamor de los Escuderos lo antes posible.

Sorprendió la variedad de las faenas. Recibió a una de las reses con la muleta, sentado en una silla. La situación la resolvió con mucho arte y el público se lo agradeció con una ovación unánime.

También probó con las banderillas. Puso un par al tercer toro y dos pares al cuarto. Demostró que también tiene arte utilizando los rehiletes, ganándole en todos los casos la partida al toro.

Las cuatro faenas tuvieron variedad y un denominador común, el clasicismo. Alberto Durán tiene una gran virtud, que torea sin querer, como respira. Tiene ese duende que atesoran los maestros, de torear sin que se note la mano, de engarzar pases sin pausas, de que todo transcurra bajo el compás del tiempo comprimido.

El de Villamor tuvo como sobresaliente en el festejo al diestro salmantino Pepe Gallego, que cumplió con su función de estar vigilante durante todas las faenas. Afortunadamente no fue necesaria su intervención.

El público, desde luego, disfrutó con el toreo y salió contento. Seguramente el torero también. Quizás él hubiera querido matar mejor. Pero eso, seguro, se arregla toreando más. Necesita más carteles, que tendrán que llegar. El mérito tiene que ser reconocido.