Las turbinas de los saltos hidroeléctricos de Zamora y de toda la región han girado el primer semestre del año mucho menos de lo deseado porque el agua agitó sus alveolos y revolucionó la vida de las centrales con un caudal muy inferior a otros años.

La producción de las centrales hidroeléctricas de Iberdrola en la provincia produjeron casi un 76% de gigavatios hora menos que en el mismo periodo de 2016.

Mientras de enero a junio del pasado año sumaron un total de 2.142 GWh, este año lanzaron a los transformadores y tendidos solamente 516 GWh. Y como los saltos zamoranos el resto de los instalados por la compañía que preside José Ignacio Sánchez Galán en los ríos de León, Palencia, Salamanca, Soria o Valladolid, pues la producción total del año 2017 fue de 2.656 GWh, en tanto que el pasado año alcanzó los 6.719 gigavatios hora.

Por generación las centrales de la provincia de Zamora, repartidas por los saltos de Cernadilla, Valparaíso y Santa María de Agavanzal en el Tera, Ricobayo en el Esla, y San Román, Villalcampo y Castro en el Duero, han sumado una cosecha de 516 GWh, bastante inferior a Salamanca, que con sus poderosas centrales de Villarino, Aldeadávila y Saucelle destaca sobre todas las demás y ha producido 2.107 (año pasado 4.470) gigavatios del total.

La estampa de los embalses hidroeléctricos, destinados además a otros usos como el abastecimiento, al riego y a los esparcimientos, muestra estas fechas una superficie descubierta preocupante por causa de la sequía. Salvan su estampa pantanos como Valparaíso, Castro y Villalcampo por sus especiales características.

Viene a sumarse la circunstancia de los pobres caudales entrantes a los grandes cuencos artificiales. Llaman la atención porque apenas si llegan a corrientes ecológicas o mínimas para mantener la vida acuática y piscícola.

Para mayor alarma, en ninguno de los embalses existe, por tanto, una tendencia al alza y lo más común, salvo los que mantienen el nivel por la propia gestión empresarial, es una tendencia al descenso.

Los manantiales montanos o serranos que dan origen a los ríos brotan todavía aguas cristalinas y dejan ver algo más que un sorbo, pero están a punto de enseñar su peor cara: el poso de lodo y barro y un reguero sin gota de agua corriente que obligará a la fauna a matar la sed en tristes pozas de aguas retenidas para sobrevivir a duras penas.

El embalse de Ricobayo, en el Esla, con capacidad para 1.200 hectómetros cúbicos de agua albergaba ayer solamente 163 hectómetros cúbicos y vertía 152 metros cúbicos por segundo gracias a la turbinación. El grandioso embalse zamorano-salmantino de Almendra, situado en el curso del Tormes y con una capacidad de 2.648 hectómetros cúbicos, deposita en estos momentos 1.086 hectómetros cúbicos. El embalse de Cernadilla, en el Tera y con una capacidad de 255 Hm3, mantenía ayer 55.3 hectómetros cúbicos.

La producción hidroeléctrica está sin embargo respaldada por la producción de las renovables, como la eólica y fotovoltáica. A veces el sol y el viento proporcionan lo que niega el agua como puede verse con solo mirar el movimiento de las grandes palas que zumban en los cuetos y la sierras zamoranas, o como siguen al sol las placas solares.

El vaciado de los embalses da lugar a otros nuevos aprovechamientos como son los agrícolas y ganaderos. Zonas despejadas de aguas, pero fondeadas por productivos lodos, recobran su pasado y son sembradas para obtener en ellas pastos o cultivos como, por ejemplo, el girasol. Estas siembras calan y crecen a ojos vista sin necesidad de tratamiento alguno merced a las condiciones favorables que ofrecen los terrenos abandonados por el agua. En otras mangas reverdecen primaverales u otoñales pastos que los ganados pastan a placer.

Los municipios que se abastecen de los embalses están alertas, pero todavía llenan sus vasos.