"Los pueblos mueren: los matan". Es una frase repetida pero que suena un tanto preocupante oírla en pleno agosto, cuando las localidades recuperan la demografía con los veraneantes.

Fornillos de Fermoselle se enfrenta por primera vez en su vida a un verano sin bar y vecinos de la localidad han optado por adecuar un sucedáneo en lo que fuera el Consultorio Médico. Quieren seguir viéndose las caras, mantener viva las reuniones, intercambiar impresiones y disfrutar de la convivencia de una forma distendida y feliz.

Tomaron la decisión tras cerrar el establecimiento José Alonso Matos, por ser incapaz de sostenerlo en pie debido a su agotamiento físico e integrarse en la residencia de Villar del Buey. Puso así fin a un negocio arrancado por su bisabuela hace casi 130 años, y que él regentó durante casi cuarenta, los últimos nueve al ralentí.

El chiringuito de Fornillos, que así lo llaman, abre sus puertas al mediodía y al oscurecer. Es una iniciativa que agradece la población. Defiende el paso dado al tiempo que critica el abandono y acoso al que la Administración somete al medio rural. Es de destacar que Fornillos de Fermoselle -que proviene de hornillos- pertenece al Parque Natural Arribes del Duero, aureado todavía más con la vitola de Reserva de la Biosfera sin que hayan notado repercusión económica alguna por tal reconocimiento. "Las instituciones debieran rebajar el pago de impuestos a los negocios de los pueblos, e incluso subvencionarlos porque es imposible mantener abiertos" expresa uno de los asistentes", empresario por más señas.

El minibar funciona gracias a la prestación o colaboración personal, y es pura confianza y humildad . Uno puso de su parte el tablón de la barra, otro el frontal, otro el televisor, otro la mesa? cada uno aportó su grano de arena y hoy permite a Fornillos de Fermoselle convivir en el ambiente alegre y dicharachero de un vino español.

Abrió sus puertas con gran acompañamiento de tortilla y embutidos porque el hecho fue celebrado con euforia. Es muy triste resignarse a perder un servicio más. La bebida la buscan "en las ofertas de los mercados" y, abierta la puerta por alguno de los que cuentan con llave, cada uno se sirve a su gusto o invita a los demás convirtiéndose, por unos momentos, en barman.

Las bebidas disponibles son las básicas: cerveza, coca-cola, vino y dos o tres clases de refrescos. El que toma o invita deja el dinero sobre la mesa a la vista de los presentes o el mostrador. "Un euro" es lo estilado.

Corren fechas en que la población de Fornillos recibe a los veraneantes, alguno de los cuales también agradece encontrar un lugar donde sentarse y compartir charla con otros. Es un diálogo animado sobre asuntos cotidianos. Fluyen las conversaciones sobre la vida diaria. Entre otros temas las deficientes condiciones que existen en cuanto a telefonía, la mala recepción de los canales de televisión, la estrechez de la recién acondicionada carretera donde uno se las ve y se las desea si tropieza con un camión de gran tonelaje, de los que salen y entran de la cantera de granito. También salen a relucir los riesgos de incendio por la falta de limpieza y de trabajos selvícolas en el campo, y los daños que provoca el jabalí, que ya ha cosechado algunas viñas de uva blanca y desmantelado algunos árboles frutales. "Parece que quieren que marchemos los pocos que quedamos" señalan en la tertulia. El dinero abonado va destinado a nueva compra de bebida, que es servida por uno mismo al sumarse al grupo, o invitado por un contertulio. Salen los quintos de un frigorífico cuyo fin es mantener fresco los líquidos a consumir.

Fornillos de Fermoselle es un pueblo de valientes incomprendidos por la Administración. De Ayuntamiento fue rebajado a pedanía, hizo su propia guerra contra Fermoselle, conoció de cerca el contrabando hispano-luso, el vecino que regaló un altar de piedra dejó de pisar la iglesia, por indignación, y su abuelo recibió unos mosquilones porque "pilló al cura y a la criada bailando desnudos".

Fornillos sobrevive merced a la garra de su gente, pues, entre otros oprobios, sufre la inundación de terrenos por el productivo embalse de Picote y no recibe un duro. Los contados ganaderos se afanan por aguantar firmes con las reses con no pocas dificultades: por carencia de pastos y porque el aprovechamiento de la bellota de encina y alcornoque es una incertidumbre. "Este año hay buena muestra de bellota y puede ser la salvación" afirma uno de ellos. Es un pueblo con un tipismo atractivo que gusta al turista, tiene emprendedores y goza de un patrimonio natural bien conservado e interesante.

El chiringuito es un gesto de los habitantes por mantener su dignidad, identidad y hermandad en un espacio protegido, especialmente para la avifauna. "Es un acierto la iniciativa porque los pueblos se acaban. Llegamos a ser 800 personas y quedamos 45 durante casi todo el año".

A las 14.45 suena un móvil. Es la mujer de un empresario cercano a Fornillos. Le hace saber que está listo el arroz.