La aprendiza más pequeña de restauración de gigantes y cabezudos de Mombuey, Inés Ríos Ramos, tiene 2 años. La pequeña participa con otros niños que residen y veranean en la villa en el taller de restauración, organizado por la Asociación Cultural La Candonga. Mientras la pequeña Inés explora la mezcla de colores en su dibujo, bajo la atenta mirada de su madre, los más mayores confeccionan máscaras a partir de los modelos que existen sobre las mascaradas de la provincia, la Vaca Bayona, La Filandorra, los Carochos, el Zangarrón, los Carnavales, la Obisparra.

Es un ir y venir de pinturas que conforman una creatividad inigualable para el propio monitor de la restauración, Raúl Mosquera "hacen trabajos impresionantes" mientras sostiene una de las máscaras de la niña Alicia Ríos Ramos, repleta de color. "Voy a colgar todos los trabajos para exponerlos". En la mesa se sientan aventajados giganteros pese a su corta edad. A Unai Míguez Maldonado le gusta salir con los cabezudos del Torero y el "Loco" una máscara que saca la lengua.

Irene Oterino Martín se levanta para enseñar la máscara del gendarme con la que le gusta participaren las fiestas. Hay cabezas para todos los gustos la negra, el moro o el romano, ésta última es la que prefiere Alicia Ríos Ramos.

Algunas figuras, como la negra, primero eran solo cabezas hasta que poco a poco fueron cogiendo cuerpo y crecieron de cabezudos a gigantes.

El gigante Vikingo mira atentamente a la mesa de trabajo mientras espera paciente, en esta peculiar enfermería, a que Raúl Mosquera repare sus desconchones. Una enfermería en la que el cartón, papel de periódico, pegamento, pintura, tijeras, etc. sirven para suturar sus heridas. Nada que los niños no manejen en la escuela pero que en el taller del edificio del Matadero tienen otras aplicaciones.

Cada niño da su propio nombre a las figuras por algún rasgo llamativo para la observación infantil y su particular historia. Como en toda familia, y la de gigantes y cabuzos lo es, hay parientes como explica uno de los niños, "el mofletudo es hijo de María de Mombuey y el Mozote". La tradición está bien asentada entre los niños. El más nuevo de los integrantes de esta peña de gigantes y cabezudos lo elaboró Abelino hace dos años para Unai, su sobrino.

La vida ajetreada de los Gigantes ha ocasionado daños en las manos, unas extremidades pesadas confeccionadas con sucesivas capas de cartón, papel, celofán y relleno que las deja rígidas y que proporcionan golpes a diestro y siniestro. Algunas de las manos no se podrán recuperar por lo que el taller de aprendices hará manos nuevas con goma espuma y relleno, como un cojín, para los desfiles.

Las restauraciones arrojan sorpresas sobre todo por el papel de periódico que se utilizó para hacerlo o repararlos, así la Negra de Zamora era más antigua de lo que se dató gracias al pliegue de papel con el que se elaboró la arista de sus labios.

Raúl Mosquera va contando la historia de los gigantes, una tradición extendida por todos los pueblos, que existía en época de los romanos que sacaban muñecos articulados en determinadas fiestas. En los años 50 la Iglesia prohibió hasta casi desaparecer esta tradición y arrinconó cabezas y cuerpos en los lugares más insospechados. Hoy en día esas figuras son la codicia de los coleccionistas. En particular, la casa barcelonesa de Forets realizó una colección con los personajes del cine mudo -los hermanos Marx, el Gordo y el flaco, Charlot- a los que agregó iconos como Marilyn Monroe. Esas figuras se cotizan hoy por todo lo alto.

Otra de las empresas de la época, "Aragonesa de Fiestas", inundó los pueblos de Aragón y Castilla y León de cabezudos que producía masivamente con moldes. Las similitudes en la fisonomía de las máscaras fueron importantes, aunque el personaje a recrear fuera diferente con ropajes y estética acordes a la figura histórica o contemporánea.

La parte más divertida y gratificante para los niños es que con sus disfraces reparten caramelos entre los espectadores.