Despojados de su pueblo, sus propiedades, su casa, su huerto, su parroquia... Desarraigados y expulsados de malas formas de la tierra que les vio nacer, a los argusinejos tan solo les queda el patrimonio del recuerdo. Por esa razón la romería del primer domingo de mayo, la que evoca la fiesta de la Santa Cruz de Argusino, es más que un encuentro para los hijos de este pueblo sumergido desde el año 1967 bajo las aguas del río Tormes. Es la manifestación de una identidad arrancada, a la que se resisten a renunciar.

Han pasado 50 años de aquel destierro impuesto por la pujanza del progreso y los sentimientos permanecen a flor de piel. Solo hay que reclamar un recuerdo, una palabra y la emoción embarga a tantos hijos de Argusino e hijos de esos hijos que se resisten a perder la memoria. Solo así se entiende que cada año sayagueses del pueblo sepultado bajo las aguas del para ellos mal llamado embalse de Almendra, retornen y recen por los suyos en la ermita de la Santa Cruz, símbolo del pueblo desaparecido.

Como Lucía Vega, llegada desde Argentina para testimoniar el apego de su familia al pueblo donde nació su padre, José Manuel Vega Pascual, al que sus 87 años ya no le permiten un desplazamiento tan largo. Pero ahí estaba su hija, alto cargo del Ministerio de Cultura argentino (auditora interna titular con rango de secretario de Estado), "manteniendo la memoria y los recuerdos que han marcado permanentemente a mi padre". Cuenta Lucía cómo cuando recibían carta de los primos de España, José Manuel Vega la reunía a ella y sus hermanos y "abría el sobre con ese papel de seda, nos sentaba acompañado por mamá y nos leía la carta lentamente, hasta cinco o seis hojas, detalle por detalle de lo que iba pasando. Luego, un mes después nos volvía a sentar en la mesa para escuchar la respuesta. Eso siempre nos mantuvo unidos".

Carmen Vaquero Crespo, hija de Jesús y Natividad, acudía ayer un año más a la romería de su pueblo desde Cascón de Nava (Palencia), uno de los destinos asignados a los trasterrados en el año 1967. Ella tenía 16 años cuando "tuvimos que salir porque nos echaron, ya se sabe como. Fue una pena para todos, pero sobre todo para nuestros padres y los mayores" expresaba esta argusineja, emocionada en este 50 aniversario, marcado por reencuentros de personas que llevaban muchísimos años sin verse. "No debemos perder la memoria de nuestro pueblo, con los argusinejos esto nunca va a morir".