una de las debilidades y a la vez grandezas del medio rural, -raro suena, sí-, es que ni antes, ni ahora, ni seguramente nunca, nadie desde el exterior, llámese poder (nobleza, reinos y administraciones), regala nada: quien peces quería y quiere sabía y sabe que, si no la única solución, la más factible era y es irse la río pescarlos uno mismo. Nuestros antepasados, sabios ellos, a los que la necesidad y el sacrificio agudizó el ingenio, se dieron cuenta que la unión hace la fuerza y arrimar el hombro hace fuertes incluso a los más débiles: sean personas, pueblos o civilizaciones.

Así nacieron los "concejos de vecinos" o "hacenderas" donde comparecía una miembro de cada casa abierta con pico, pala, azada o guinchas. Así, juntos, que no revueltos, a prestación personal, se construyeron caminos y puentes, zudas y abrevaderos, fuentes y canales de riego, muchos de ellos testigos aún hoy, -aguantando en pie durante siglos-, de unos tiempos que en esto si, seguramente siempre fueron mejores. Voluntad, una convidada a escabeche con vino y satisfacción del trabajo bien hecho eran las mimbres de tan irrompible cesto solidario.

Aparte del bien de la comunidad como tal, estaba el personal o familiar. Muestra de ello estaba en "las carrunas", cuando una familia decidía hacer una casa cada vecino "uñía", decimos en Aliste, su mejor pareja de vacas al carro y todos salían camino de las canteras de pizarra. En un día toda la piedra y el barro estabas listos junto al solar: una tarea que la familia por si sola no podría hacer ni en varios meses.

Se iba a trabajar y se trabajaba. De ahí que hasta el refranero dejó constancia de cuando no era adecuado hacer estas cosas: "Lluvia de mañana y concejo de tarde poco duran".

Mal que nos pese el futuro de nuestros pueblos pasa por la colaboración de todos. Obviamente Ayuntamientos, alcaldes y concejales tienen sus obligaciones que cumplir, que los cargos llegan con deberes lo mismo que con derechos y hay que exigirles máxima dedicación. Cierto es, como que también los vecinos pueden y podemos colaborar allí donde los fondos públicos no alcanzan. Lo sentencia nuestro refrán alistano: "El que algo quiere, algo le cuesta".