Los semanasanteros de Villalpando celebran este año el 75.º aniversario de la refundación de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Pasión y Hermanos del Trabajo, nacida en 1622 y recuperada en 1942 tras siglo y medio desaparecida, es la segunda hermandad más antigua de la villa. De los últimos 75 años de Miércoles Santos en Silencio, de devoción al Santísimo Cristo, es testigo y actor principal Ángel de la Puente Mansilla que lleva 45 años ejerciendo de muñidor o "monitor" de la cofradía, casi medio siglo preparando el paso horas antes de la procesión, custodiando ropajes y enseres y preocupándose por mantener viva la hermandad en sus momentos más bajos.

Muy a su pesar hace ya tres años que dejó de tocar la esquila del muñidor por motivos de salud, "una pierna no me funciona bien por una operación que se me complicó, el primer año pensé que iba a poder cargar con ella, pero ya me desengañé", y aunque ha cedido el honor de tocar el antiquísimo instrumento al joven Ángel Luna, en cuanto termina la procesión se lo trae a su casa, donde lo guarda desde hace 45 años "como oro en paño" junto al resto de propiedades de la cofradía. "Es una esquila antiquísima, de un valor incalculable, pesa mucho", presume orgulloso el veterano muñidor mientras sus manos y su mirada repasan una extensa colección de fotografías de la procesión reunidas a lo largo de estos 45 años. En una de ellas aparece él vestido de cofrade delante de su Cristo, blandiendo la enorme campanilla por la Solana junto a otro cofrade, el marido de Carmen Allende -entonces alcaldesa-, que ese año ejercía de Hermano Mayor.

La hermandad la refundaron en 1942 33 villalpandinos de la que entonces era la clase dominante en la villa, tres de ellos entraban con el título de "hermanos meritorios y predilectos" porque en ese momento se encontraban en Rusia encuadrados en la División Azul -Ángel Pulido Mazo, Ángel Alarma Robles y Aniceto Cifuentes Martín-. El carácter elitista de la cofradía ponía muy difícil el acceso a nuevos hermanos y cuando los fundadores, por edad, fueron desapareciendo, la cofradía estuvo a punto de perecer nuevamente con ellos. En el Miércoles Santo de 1971 Ángel de la Puente, a sus 31 años, veía con pena cómo solo nueve hermanos acompañaban al Cristo y ninguno de ellos era ya capaz de tocar la esquila, por lo que decidió hacerse cofrade y muñidor, dos vocaciones que le acompañarían toda su vida.

A partir de 1972 Ángel siempre pedía libre con antelación, donde quiera que trabajase, la tarde del Miércoles Santo para bajar al Cristo de la pared de la iglesia, limpiarlo y arreglar la carroza donde procesiona junto a San Juan y Santa María -"las Madalenas", como se conocen popularmente en Villalpando-. "Yo pesaba 58 kilos, curraba en el campo y jugaba a pelota, estaba muy ligero", recuerda Ángel con nostalgia, su vida está estrechamente unida a la vida de la cofradía.

Y como todas las vidas evolucionan, la pequeña cofradía de próceres se abrió al pueblo y fue creciendo. A partir de 1989 se permitió la entrada de menores y que las mujeres se vistieran de cofrades -hasta entonces podían procesionar alumbrando al Cristo las esposas e hijas de cofrades, o sus hermanas si eran solteros-. En esa decisión Ángel tuvo mucho que ver, pues representó a su hermandad en el I Congreso Nacional de Cofradías celebrado en Zamora en 1987, donde defendió la entrada de la mujer, "lo hacía en honor de una hija de 21 años que hacía dos meses que se me había muerto, y estaba con la cosa de vestirse de cofrada", confiesa el muñidor. Ella no llegó a conseguirlo, pero sí su hermana Magdalena de la Puente Morales, que fue la primera fémina en ponerse el caperuz rojo en Villalpando, y este próximo sábado pronunciará el pregón de la Semana Santa de Villalpando, pues ha sido designada para representar a su querida cofradía en esta fecha tan especial. "Para mi es una satisfacción enorme", asegura Ángel, a quien también le encanta tener una nieta tan devota del Santísimo Cristo de la Pasión como lo son su abuelo y su madre Magdalena.

La entrada de la mujer permitió que volvieran a crecer las filas de la cofradía, que en 1992 ya contaba con 42 hermanos, y en 2007 llegaron a ser 65, ahora mismo conservan 55 miembros. "Hemos tenido las bajas de algunos jóvenes porque los chavales de ahora no entran con verdadera vocación de cofrade, y cuando no hay vocación es fácil que igual que entren se marchen". Sabe de lo que habla porque tiene el ejemplo en casa, dos hijos que pasaron por la cofradía y ya no procesionan, "si no hay devoción no tiene sentido", reconoce su padre, aunque le encantaría que hubieran tomado su testigo y uno de ellos cargara ahora con la esquila.

Ángel guarda en su memoria un baúl lleno de anécdotas coleccionadas tras 45 años desempeñando una sacrificada labor para que en la procesión del Silencio todo saliera bien, trabajo que siempre ha desempeñado con ilusión a pesar de que de vez en cuando se llevaba algún sinsabor. Un Miércoles Santo "las Madalenas" cayeron de la carroza y durante un par de años no pudieron procesionar, hasta que un carpintero ayudó a Ángel a fijarlas bien a la mesa. "Por entonces había un cura que se llamaba don Policarpio que nos mandaba sacar el paso fuera de la iglesia porque los miércoles coincidía siempre fútbol, así se podía empezar la procesión en cuanto terminaba el partido. Aquella tarde no estaba para llover, pero se formó muy rápido una tormenta y entre otro y yo pudimos meter rápidamente al Cristo, para desenganchar las Madalenas no llegamos a tiempo y se mojaron bastante. Afortunadamente José Navarro Talegón, el de Toro, y sus alumnos, las retocaron ese mismo verano. Desde el año siguiente pongo dos tornillos a cada una y dejo a mano el destornillador, así si llueve solo hay que aflojarlos y arreando con ellas".

El veterano muñidor ve con tranquilidad y optimismo el presente y el futuro de la Pasión de Villalpando, "ahora han entrado en la Junta Pro Semana Santa un chico de la Dolorosa y una chica de la Vera Cruz con muchas ganas de trabajar y de mejorar las cosas", y le encanta cómo desde hace 11 años las Damas de la Soledad organizan la procesión de la Resurrección, pues "antes algunos cofrades no entendían que la Semana Santa no acaba hasta el Domingo de Pascua y que hay que ir a misa con la medalla de tu hermandad". Sin embargo, Ángel hecha de menos los cánticos que acompañaban a las procesiones antes de que hubiera bandas de música, "eran más propios de nuestra tradición, y además cuando se cantaba se iba a la procesión con otra cosa, con otra actitud, ahora como se oye la música ves gente hablando durante las procesiones, algo que hace no tantos años era inconcebible". Aunque, como le dijo una vez su amigo el obispo Juan María Uriarte "al final lo que importa es la devoción".