H a n pasado 475 años desde que el marquesado de Tábara fundó su último pueblo: Abejera, a capricho del primer señor, Bernardino Pimentel: la escritura de foro la rubricó su madre Inés Enríquez. Así, en 1541 comenzaba a fraguarse una historia, la de un pueblo, llena de luces, aportadas por sus hijos, y sombras, las de quienes fueron sus señores y del propio Estado.

Cuando se fundó Sesnández, en 1471 el poblado de El Casar, luego Casal, tenía 7 vecinos que pagaban al Señor 4.200 maravedíes de renta perpetua y anual, un carnero cada uno y los diezmos. Al fundarse Abejera ya había 16 habitantes.

Abejera echó a andar pagando 21.900 maravedíes anuales, más 50 libras de queso asadero y 24 perdices, más un carnero de 2 a 3 años cada uno a entregar cada 1 de noviembre en Tábara. El "bondadoso" a cambio les autorizaba a cortar leña, hacer carbón y pastorear.

A caballo entre el siglo XIX y el XX otro triste y poderoso personaje, Andrés Trueba y Pardo, residente en Tábara, que fue senador, oprimió a Abejera y sus gentes al quedarse con los antiguos derechos señoriales que permanecían vigentes. Una redención que no llegó hasta el día 15 de noviembre de 1913.

El "Tío Josegón", don José Mezquita Carbajo, fue el líder de Abejera, hombre justo y de prestigio, querido y respetado, que defendió los derechos de sus paisanos y el fue quien rubricó la escritura de la compra de El Casal el 10 de diciembre de 1925 en Valladolid.

Las urces generaban riqueza y los forasteros podían beneficiarse. Durante la Guerra Civil el carro de ramas de urces se vendía a 1 peseta y el de cepas y jaras a 25. El 7 de enero de 1956 el carro de cepas para los de otros pueblos se cotizaba 150 .

Cuenta la tradición que las campanas de la antigua iglesia de El Casal (fue poblado) una fue a parar a La Natividad de Abejera y otra a la de San Bartolo de Puercas. El Casal fue el triste signo de la opresión hacia un pueblo acogedor y unas gentes sencillas que siempre lucharon honestamente por su dignidad. El Casal paso a ser el corazón de la reserva de caza de la Sierra de la Culebra, un corazón partido y robado a Abejera.