La floración del almendro expone estos días a los ojos de la gente la explosiva entrada de la primavera en Arribes del Duero.

La villa de Fermoselle y su término recibe el espectacular cambio de color y el embellecimiento del paisaje como un regalo natural.

Es una transformación que revela el retorno del campo a la vida y que disfrutan no solo los habitantes y los turistas, también con sumo placer los insectos. Millones de abejas recobran todo su vigor con la floración del almendro y está en la observación de los detalles la presencia y el movimiento de estos laboriosos animales afanados en libar polen de entre los pétalos del apreciado frutal.

"¡Está chulísimo el campo!" expresa Julia Sendín, monitora de la Casa del Parque Convento de San Francisco, de Fermoselle, que todos los años incluye entre las actividades de época una ruta por el campo para que los visitantes tengan la posibilidad de disfrutar de los colores y los olores de la floración que distingue al espacio arribeño. Con una u otra especie como protagonista, y aunque toda y cada una de las floraciones sean un encanto más que pasajero, el atractivo floral se prolongará durante meses en los parajes que circundan al cañón del Duero gracias a la gran diversidad de plantas que crecen en su suelo.

"¡Qué aroma!"

Los turistas que se acercan a la villa gozan del blanco y del rosado que decora los árboles, conforme a la variedad del almendro.

Francisco Robles muestra la correspondencia del color rosado a las variedades más amargas saboreando, como en una cata, la propia flor. Lo hace desde la planicie del Castillo, que destaca en Fermoselle como uno de los balcones predilectos para la contemplación del fenómeno floral en la vertiente del Duero.

"¡Espectacular! !Qué aroma!" exclama el concejal popular Manuel Moya para definir el estado natural que reina ahora mismo en la capital del Parque Natural de Arribes del Duero.

Aníbal Velasco es otro fermosellano que gusta de contemplar el reino de las flores que salta a la vista de todo el que se coloca en el mirador de su propiedad.

La floración del almendro embellece la estética urbanística y campera del municipio de Fermoselle porque es un frutal arraigado en el casco urbano y en las fincas agrícolas. Son varios miles (más de 4.000) los árboles de la citada especie que se calcula que existen diseminados por el término y todos parecen competir por resplandecer en belleza. Fueron plantados por el valor de su fruto en una villa ligada a la vida agrícola desde los primeros moradores.

Los paseos por la Ronda fermosellana agradan a los caminantes estos días por la visión de múltiples árboles plenos de flor. Nadie aventura el tiempo que perdurará esta estampa.

Los vecinos hablan de que el viento, el frío y otras inclemencias poco favorables aceleran su desaparición. Y es que las flores son más que sensibles a fuertes lluvias o heladas, y en estas atmósferas se mustian y pierden toda su fragancia en el simple paso de un día a otro.

El fenómeno de la floración "no está demasiado promocionado ni está explotado en Fermoselle", afirma Ana Miranda, que realza el valor y las buenas sensaciones que provoca esta emergencia natural.

Este fin de semana La Fregeneda (Salamanca) celebra con el Día del Almendro con un programa de actividades propio de un gran acontecimiento. Son jornadas animadas con degustación de carne, actuaciones folclóricas, plantación simbólica de almendros, pregón, concurso literario y música.

En Fermoselle siguen con atención la floración del almendro porque su fruto es uno de los aprovechamientos apreciados por la población.