Ha llegado la hora de hablar de supervivencia pura y dura. Me decían ayer un grupo de abuelos octogenarios y nonagenarios que la única y última esperanza para salvar nuestros pueblos son los jóvenes que decidan quedarse en ellos y vivir de la agricultura y la ganadería. Razón no les falta, aunque no es fácil optar por un oficio difícil, con trabajos de sol a sol, donde las administraciones dan más valor e importancia a la fauna y flora, lobos o alisos, que a quienes ayudan a preservarla, los hombres del campo con su labor, olvidándose en los despachos que la convivencia entre dos solamente se consigue manteniendo un equilibrio justo: que nadie sea mas que nadie.

Antaño, pasear por los campos era hacer camino al andar por paraísos de trigales y rojas amapolas, verdes y cuidados prados y praderas y viñas con sabrosas uvas que ahora se han convertido en selvas, caóticas, donde solos las zarzas florecen.

La viña, como la matanza, eran parte imprescindible de la vida campesina. Uvas colgadas de los varales del sobrado que aguantaban impasibles hasta abril para tirar de ellas cuando la enfermedad llegaba. Cubas de vino que ayudaban a sobrellevar las duras tareas del labrador en la sementera, siega, acarreo y trilla, del pastor sedentario y trashumante bajo las nieves de enero. Alegría en casamientos y bodas al bailar "La Medida".

Ramayal en Ferreruela, Castromendi en San Blas y Cepas de la Culebra en Riofrío se han lanzado a salvar unos de nuestros valores agroalimentarios, a poner trabajo y quizás perder dinero cuando lo más fácil sería dejar que la extinción siga su curso. Medio mundo alucina y satisface sus gustos agroalimentarios con la ternera de Aliste, setas, moras y miel, manjares a los que, sobre sus mesas, restaurantes y amas de casa deben acostumbrase a acompañar de los vinos alistanos de Mencía y Tempranillo. Aliste debe luchar por mantener y poner en valor su valores y quienes amamos esta tierra apoyar y seguir a esos jóvenes que toman la iniciativa, porque se lo merecen, pero ante todo, porque de su éxito o fracaso depende nuestro futuro y el de nuestros pueblos.