En un mundo rural marcado por el éxodo y la emigración en busca de nuevos horizontes y progreso, quienes nacieron en nuestros pueblos, se criaron en ellos y en ellos se quedaron a vivir y crear familias se merecen un monumento, pero no ese de frío granito y bronce, perecedero, sino el del respeto, honra y memoria de quienes les conocieron y recibieron sus bondades y acciones, esas que salen del corazón y te llenan el alma. Como alistano, y a mucho orgullo, hoy recuerdo aquellos años de finales de los 60 cuando los rapaces corríamos por las embarradas calles ajenos al mundo exterior de progresos y modernidades. Y llegabas tú, amigo Aurelio Gabella González, llevando a nuestras abuelas y madres, abuelos y padres, petróleo y lucerina para los candiles con tu imponente yegua, hasta que un día apareciste por el camino de Vega Redonda con tu majestuoso Pegaso. Nos quedamos prendados de aquel camión que ya se convertiría en parte de nuestras vidas, -al que nos dejabas subir-, trayendo el nitramón para la sementera, tejas para las casas y ayudando a vender nuestras patatas, pimientos y pepinillos.

Fuiste tu Aurelio un emprendedor nato, en estado puro, ,en tiempos difíciles, muy difíciles, tras la trágica Guerra Civil, donde nuestras familias practicaban la economía de supervivencia y todo había que ganárselo con el sudor de la frente y el sacrificio eterno de sol a sol.

Te lo confieso Aurelio: siempre me cautivaste, como empresario, sí, pero ante todo como persona: tu sencillez y honradez, bondad y trabajo fueron un ejemplo a seguir para todos. Eras tú un hombre bueno, de palabras justas, de esos que te preguntan por la salud y esperan a recibir la respuesta. Decías que mucho tenías que agradecer tú a nuestras familias y las nuestras a ti. Tu jamás negaste tu ayuda a quien te la pidió o lo necesitó, sin pedir nada a cambio.

Con la ayuda de tu mujer Alicia, tus hijos Juan , Aurelito y Vicenta, tus nueras y yerno, lograste montar un imperio empresarial, humilde, sí, pero para nosotros un orgullo, que logró situar a Fradellos y a Aliste en el mapa, muy lejos de nuestras fronteras. Luego, gracias a vuestro esfuerzo, nacía "Gabemar" una iniciativa micológica que lleva tu apellido Gabella y el de tu esposa Martín, llevando nuestras moras, níscalos y boletus de las jaras a todo el planeta.

Eras devoto de tu vecina la Virgen de Fátima y allí estabas cada mes de mayo procesionando y rezando, preguntándonos por la familia. Eras de Fradellos pero también un poco de Valer, Bercianos, Flores, Tolilla, Rabanales, Lober, Campogrande, Gallegos del Río y de otros muchos pueblos donde sembraste una bondad que ha florecido dando como cosecha el cariño y el respeto de cuantos te conocimos y admiramos. Aliste y los alistanos nunca olvidaremos ni a ti, ni a tus obras. Adiós amigo Aurelio. Descansa en Paz.