Dos vehículos repletos de género, convenientemente aparcados en la plaza -uno al sol, otro a la sombra- rompen la rutina de un luminoso miércoles de invierno en Torrefrades. Es día 11 y, como marcaba el tradicional calendario de ferias, hoy toca en este anejo de Bermillo donde la leyenda sitúa la cuna de Viriato.

Hasta allí se han desplazado Domingo Carvajal y Miguel Ángel Matías, vendedores ambulantes de Bermillo con una trayectoria de miles de kilómetros quemando rueda por las carreteras de la provincia y de la vecina Salamanca. "Yo salgo por el vicio de quitarle medio día al día" confiesa Carvajal, histórico comerciante de tejidos. Así se explica que a sus 80 años siga recorriendo pueblos de Sayago con envidiable vitalidad.

"Ha llegado Carvajal. Carvajal tiene rebajas. Todas a comprar" grita por el megáfono del camión nada más encarar las calles de Torrefrades. No hay prisa. Los vendedores despliegan las puertas de los vehículos hasta transformarlos en una meritoria tienda. Y a esperar. El bullicio de hace años, cuando las mujeres se arremolinaban en torno a los puestos y hasta hacían cola para ser atendidas, ya es historia. "Las cosas han cambiado mucho porque no hay gente" lamentan estos vendedores añorando aquellos tiempos de hace tres o cuatro décadas cuando los pueblos hervían de vida.

"He tenido épocas de hacer en un día 300.000 pesetas; los años 70 y 80 fueron buenísimos, se vendía a lo bestia" evoca Carvajal. "Venía uno conmigo, llevábamos merienda y montones de veces no había ni tiempo para comer".

Es evidente que estos tenderos nómadas, resistentes de una actividad tradicionalmente vinculada al medio rural, cumplen una función social fundamental en un escenario de muchas personas mayores, muchas también viviendo solas, y la gran mayoría sin posibilidades de movilidad. "El día que se vayan los vamos a extrañar" reconoce una vecina de Torrefrades. "Vale mucho que te traigan las cosas a la puerta, sino qué hacemos. Los hijos están fuera, andan trabajando, no es cuestión de andar molestando todos los días y además nos atienden muy bien".

Pero lo cierto es que el negocio ha caído en picado al compás del derrumbe demográfico. "No hay gente y encima las grandes superficies están haciendo mucho daño" coinciden los vendedores, miembros de un colectivo, uno más del medio rural, condenado por la despoblación. A día de hoy, según el Registro de la Junta de Castilla y León, hay 192 vendedores ambulantes puros, sin establecimiento fijo asociado, de los cuales 162 trabajan en la provincia y los 30 restantes en la capital. Además existen otros 13 que tienen establecimiento fijo y salen a vender de forma ambulante sus productos.

Es el caso de los dos tenderos sayagueses que en este 11 de enero han coincidido en la plaza de Torrefrades. Pegado a la iglesia y buscando la sombra para preservar el género de la sola, Miguel Ángel Matías ha montado la zapatería ambulante. A sus 58 años ronda los mil kilómetros al mes recorriendo la geografía sayaguesa, parte de la Tierra del Vino y hasta la cercana Salamanca. Casi 40 pueblos familiarizados con la presencia de este tendero, ambulante desde hace 34 años.

Al igual que Carvajal mantiene abierta la zapatería en Bermillo, que heredó de los padres, pero el principal sostén económico es la venta por los pueblos. "Hace años funcionaba bien, pero ahora mucha gente se va a comprar a las capitales o les traen los hijos; vamos a menos porque ahora todo el mundo se desplaza. Al final nos tendrán que dar una subvención por continuar con esto porque dentro de unos años no queda ni el apuntador" asegura Matías.

El más veterano, Carvajal nació en Fresno de la Carballeda, de donde salió a trabajar a los 13 años para quitar una boca de casa en una saga de ocho hermanos. "Fue un señor de Carbajales de la Encomienda buscando alguien para el comercio ambulante y me hizo un contrato; el primer año sin dinero, solo me daba de comer, ni una propina. Para volver a casa en verano desde Veguellina de Órbigo (León), mi padre me tenía que mandar las 60 pesetas que me costaba el viaje" evoca el octogenario.

Domingo Carvajal guarda en su formidable cabeza aquellas interminables jornadas recorriendo los pueblos de la montaña leonesa, tirando de un carrillo hasta la Maragatería vendiendo lienzo, pana o sarga de camisa y en verano a segar "de sol a sol por 60 pesetas al día".

Aguantó 7 años de arriero, hasta que un viajante de Pereruela le convenció para trabajar en una tienda de comestibles en Bermillo. "Me fui de mala gana, pero al final me decidí y el 26 de agosto de 1956 llegué". En realidad nunca volvería a Fresno de la Carballeda. Después de la mili se asentó en Bermillo y adquirió su primer coche para empezar a funcionar como vendedor ambulante. "Un Citroen B12 del año 1929 que compré en Zamora a Juanito el Carbonero por 30.000 pesetas. 3.200 kilos vacío, ese coche me dio mucho dinero. Luego tiré con un Ebro, después con otro y ahora éste" cuenta Carvajal mientras señala el camión de segunda mano con el que recorre los pueblos.

Después se casaría con Consuelo, hija de Juan el Gordo quien regentaba bar y carnicería. Aquella casa de 1908 hoy continúa albergando un comercio histórico, fundamentalmente textil; aunque más bien se equipara a un antiguo colmado donde lo mismo encuentras una camisa que una bombilla, hilos, alubias, productos de limpieza, lanas, mantas o botes de conservas. Cuando este veterano comerciante no anda por los pueblos o atendiendo un pequeño rebaño de ovejas, es posible encontrarlo en la tienda, en realidad un museo vivo del otrora floreciente comercio rural.

Pero lo de Carvajal siempre ha sido la venta ambulante. Todavía disfruta evocando los recorridos por buena parte de la comarca de Aliste y "Sayago entero y verdadero". Desembucha de corrido los días de feria. El 22 en Fonfría, el 8 en Fornillos, el 15 en Moralina, el 7 en Villadepera, el 20 en Bermillo... Eran los tiempos en los que Carbellino, por ejemplo, tenía 87 niños o Villardiegua 90. "Ahora no hay ninguno, uno o dos. Si acaso vendes alguna sábana de invierno, un camisón o una camisa. Hay tan poca gente... Antes se movía el dinero y no te digo cuando se cambió la moneda, venían con las pesetas y a gastar" cuenta Domingo Carvajal mientras hace tiempo en Torrefrades echando un vistazo al periódico.

De cuando en cuando llega alguna clienta. A por un jersey o a cambiar el camisón que cogió la otra vez y es algo pequeño. Algo menos se mueve el puesto de Mateos; "no está lloviendo, con este tiempo tan bueno no se vende un zapato".

Ha habido días mejores que el del 11 en Torrefrades, también peores. Aunque después de tantos años ya casi adivinan el comportamiento de la clientela. "Formariz y Carbellino siempre han sido muy buenos pueblos" declara Carvajal, quien a unos meses de cumplir los 81 no piensa en la retirada; "me aburro en casa, no quiero saber nada de estar parado y yo nunca he sido de tienda".

A Miguel Ángel Matías no le queda otra que continuar. "Seguiremos saliendo hasta que podamos aguantar" expresa con cierto aire de resignación,