Cada mañana Luca coge el autobús escolar en Pobladura de Aliste; Jonatan y Sara montan en Figueruela de Arriba; y Nerea, junto a los hermanos Edurne e Iván, parten de Gallegos del Campo. Dos líneas de transporte trasladan a estos seis niños al colegio de Mahíde, donde comen, para volver por la tarde a casa. Apenas ocupan un rincón de un centro que años atrás fue referente educativo de toda la zona, con más de 300 alumnos en su época floreciente. No hay más que ver el magnífico edificio de dos plantas para adivinar la fortaleza que llegó a tener el colegio comarcal donde se formaron generaciones de alistanos.

Hoy esos seis pequeños héroes mantienen viva la escuela de un pueblo sin niños. Un caso nada raro en una provincia donde la educación muestra la cara más amarga de un fenómeno tan imparable como preocupante: la despoblación. "Contamos con todos los recursos, pizarra digital, ordenadores, y un gran edificio, nos faltan son niños" certifica la maestra y directora de Mahíde, Gabriela Coco, quien en los 7 años que lleva allí ha vivido en primera persona la "caída libre" del despoblamiento. Cuando llegó había 6 maestros y alrededor de 30 alumnos, 22 de Primaria y el resto de ESO. Hoy se ha quedado sola, con una interina a tiempo parcial.

La normativa de la Junta de Castilla y León -única en España y podría decirse que en Europa-establece un mínimo de cuatro niños para mantener abierta una escuela y eso permite que en Zamora haya 25 colegios rurales de 4 a 8 alumnos. Aunque el envejecimiento demográfico es más acusado en las comarcas del oeste, hay escuelas no muy lejos de la capital también "marcadas" por ese umbral mínimo. Ahí están los ejemplos de Aspariegos, Pobladura del Valle, Casaseca de las Chanas, con 5 escolares, Peleas de Arriba con 4 o Granja de Moreruela con 6.

Todo indica que será un suma y sigue. Según los datos de la Dirección Provincial de Educación, a lo largo del último lustro han desaparecido en la provincia una media de dos o tres colegios cada año. Lejos de intuir que por ser tan poquitos escolares estos centros tengan carencia de recursos o académica, ocurre lo contrario. Disponen de medios "como en un aula de la ciudad" y en cuanto a la calidad educativa los docentes hablan de una enseñanza "a la carta", individualizada y muy personal. "Unas clases particulares" en definición de Gabriela Coco.

"Estas escuelas tienen su pizarra digital y una dotación de personal completa, pasan 6 ó 7 docentes por aula" apunta el director provincial de Educación, Fernando Prada. Desde el punto de vista económico el mantenimiento de esta estructura es costosísimo. Sin embargo, hoy por hoy, la Junta "ni se plantea" cambiar la norma. "Por vivir en el medio rural, un alumno no puede tener menos oportunidades". La regla es inapelable. "Donde hay 4 niños tenemos que abrir escuela; estamos en una provincia muy rural y hay que dar respuesta a todos los alumnos con una educación de calidad" sentencia el director de Educación.

No muy lejos de Mahíde, en la comarca de Tábara, únicamente sobrevive la escuela de Faramontanos con seis alumnos: Nicolás y Marta de 5º de Primaria, Laura y África de 1º, Mireia en Infantil con 5 años y Paula con 3. Un pequeño universo al que cada día se enfrenta la maestra Cristina Nieto. "Lo ideal sería que los cursos fueran seguidos y sin lagunas pero hubo unos años que no nació ningún niño y tienes que aceptar la situación" admite la docente.

En recursos, sus alumnos nada tienen que envidiar al resto de compañeros del CRA de Tábara que estudian en la cabecera, un total de 70. A medida que se fueron cerrando las escuelas, los niños se han ido concentrando y de esos 70 únicamente 18 usan el servicio de transporte y comedor. Proceden de Abejera, Sesnández, San Martín, Escober, Moreruela, Santa Eulalia, Perilla y Pozuelo, donde las escuelas son historia.

Cualquier colegio en activo, sin distinción, dispone de PT (psicopedagogía terapéutica), AL (audición y lenguaje), además de los especialistas en música, religión, inglés y gimnasia. En Mahíde la maestra está apoyada por una interina a tiempo parcial que da inglés y música, y la de religión itinera por otras escuelas de la comarca.

En Faramontanos la organización está cuadrada de tal manera que todos los días pasa un especialista, sin coincidir dos a la vez. El "truco" radica en desdoblar los grupos para que cuando la primera esté con los pequeños, la maestra pueda aprovechar con los mayores o viceversa.

Con 15 años como docente en Faramontanos de Tábara, Cristina Nieto es un indicador muy fiable de la evolución demográfica del pueblo. Llegó en el año 2001 después de pasar por diversas escuelas de la zona que fueron cerrando. Ha conocido abiertas las de Moreruela, Pozuelo, San Martín o Escober, incluso dio clase en Sesnández y otros pueblos de la sierra ahora desiertos de infancia.

Cuando llegó a Faramontanos había 21 escolares y dos maestras. "Era lo ideal" confiesa, aunque después de seis cursos sola frente a la nave, Cristina se enfrenta a una clase donde precisa la misma atención el mayor de sus seis alumnos, de 12 años, que la benjamina de 3. "Los padres a veces se muestran preocupados porque piensan que igual se distraen; es el reto que hay que intentar salvar" asume la docente que, además de vivir en el pueblo, tiene entre sus alumnas a su propia hija. Con varios niveles no vale improvisar, "hay que preparar trabajo para cada uno y organizar la planificación del día para que los niños nunca estén de más. No te puedes despistar un segundo, eso te mantiene vida y es maravilloso". La propia maestra y la directora del CRA, Marta López, se preocupan de que la escuela de Faramontanos no sea una isla. "Cristina se implica mucho; para no quedarse desplazada es la coordinadora del plan de mejora" puntualiza López.

Gabriela Coco no duda en afirmar que la enseñanza en estas escuelas pequeñitas se asemeja más a unas clases particulares. "Es una atención especializada, con calidad y esmero. Los niños tienen recursos y están muy bien atendidos; además la relación con las familias es muy directa". Para el docente "requiere un esfuerzo; es agotador porque no paras, hay que tener muy bien distribuidos los tiempos y los materiales". ¿Ventajas para los niños? "Se espabilan mucho, los buenos pueden repasar, reforzar, ampliar, preguntar? El que quiere lo tiene todo y las ventajas de los pequeños es que aprenden de los mayores".

La sociabilidad de niños que se pueden sentir solos porque no tienen compañeros de su edad es otro reto para los docentes. Los maestros buscan soluciones para compensar esa carencia; "en cuanto tenemos ocasión nos reunimos con los de Alcañices, Fonfría, Nuez o Ferreras para estar juntos. Nos vamos a los juegos escolares, hacemos convivencias, excursiones a Zamora o la fiesta de fin de curso" explica Gabriela Coco.

En el CRA de Tábara los alumnos de Faramontanos participan de igual a igual en las actividades extra escolares. "No hablamos de niños aislados, procuramos que se beneficien de todo, pero además si los padres lo desean tienen la opción de llevarlos a la cabecera", certifica la directora. "La experiencia es que los padres prefieren que sus hijos se eduquen en su entorno" apunta el director provincial.

¿Cómo es un recreo de seis niños con escolares de diferentes edades? "A la carta -responde sin vacilación Coco-, porque es un momento de sociabilización máximo; si deciden quedarse en la zona de infantil del aula se quedan, si quieren van a jugar al gimnasio, al arenero o las pistas deportivas. Estamos controlando para que todos jueguen pero las condiciones las eligen ellos".

"Las carencias de estos niños si acaso pueden darse en el tema social, en los juegos, pero desarrollan otras muchas estrategias. Son niños muy nobles, aprenden a cuidar unos de otros, son súper humanos, se les nota que se crían con gente mayor en los pueblos, con los abuelos. Son muy maduros y muy disciplinados" opina Marta Pérez.

Y es así como obra el milagro de la educación en un mundo rural cada vez más vulnerable, muy especialmente con los niños. "Por el hecho de que un alumno viva en un pueblo no le podemos rebajar las oportunidades" defiende el director provincial. Fernando Prada es un gran valedor de esta máxima, por eso no ha dudado en pelear para que un "brillante" alumno de Bachillerato de un instituto rural cuente con un profesor para él solo que le imparta la asignatura optativa necesaria para la nota que le permita hacer Veterinaria.

"Hace años se hacían las cosas con mucho dinero y poco esfuerzo, y lo que nos ha enseñado la crisis es que hay que hacer las cosas con mucho esfuerzo y el mínimo coste posible" argumenta Fernando Prada.

Atrás quedan los colegios que han echado el cierre, iconos de un floreciente mundo rural que languidece a pasos agigantados. Nada más sintomático que una escuela reconvertida en un centro social, un hogar de jubilados y hasta un tanatorio en algún caso. Antes de proceder a la desafectación del inmueble, la Dirección Provincial hace un análisis de la zona por si pudiera ser susceptible de aumentar el alumnado y de reabrir la escuela. "Por desgracia no se ha dado ningún caso" confirma Fernando Prada.