El Zangarrón, protagonizado ayer en Sanzoles por el joven Raúl Garrido San Miguel, cumplió "con creces" su función porque representó la ancestral mascarada con enorme espíritu y energías sobradas. Su enorme disposición y excelente forma física le permitieron hacer "carreras largas" y agotadoras en el criterio de Celedonio Pérez, vecino y conocedor de esta figura por haberla encarnado en sus propias carnes.

En todo momento se afanó Raúl Garrido por superar el reto con solvencia y los espectadores reconocieron su actuación con el cum laude. Garrido San Miguel saltó a la escena con la motivación de pertenecer "a una saga de zangarrones" (su padre y hermano lo fueron) y esta identidad le exigió la máxima entrega.

El Zangarrón fue vestido aún en noche cerrada con la inconfundible indumentaria, a excepción de la careta, instalada una vez que el portador "da unas vuelta por el callejero del pueblo para sudar de modo que se ajusten los pañuelos y no baile" sobre su cabeza.

Los quintos sirvieron las típicas sopas de ajo en el polideportivo hacia las 8.00 de la mañana y, seguidamente, el protagonista partió de la calle San Sebastián hacia las Cuatro Calles bailando de una forma entrelazada con el resto del equipo que conforma el conjunto del ritual. Fueron momentos llamativos por la atmósfera de neblina reinante que confería a la escenificación de la mascarada un halo misterioso. La Guardia Civil volvió este año a cortar el tráfico en la carretera para desviarlo por una de las calles y favorecer así el desarrollo de la memorable tradición. Quintos y Zangarrón recorrieron las calles y viviendas en una campaña de obtención de fondos que sirven para afrontar los diversos gastos que conlleva el desarrollo del festejo. A las 10.00 la población fue de nuevo invitada a comer huevos fritos y chorizo.

La celebración religiosa tuvo lugar a las 12.00 horas con la asistencia de la presidenta de la Diputación de Zamora, Mayte Martín Pozo, y del diputado de Turismo José Luis Prieto. Uno de los momentos estelares del Zangarrón tiene lugar durante su actuación en la plaza, al salir en la procesión de San Esteban y durante el llamado Baile del Niño. Cumple en este escenario su función con sumo celo porque además una gran concurrencia de personas sigue con expectación su actuación. Aquí se persigue y se fustiga con verdadera pasión y contundencia, sobre todo a quien muestre dinero y se convierta en presa predilecta del soberbio predador que gobierna el lugar con los aires de un felino. En la plaza la figura del Zangarrón y toda la comitiva da lo mejor de sí y se pone en evidencia la verdadera esencia del Zangarrón, que pone punto final a esta escena con las emotivas venias y la explosión de las vejigas que ayer exigieron un desvelo especial.

También cumplieron con la visita a la casa del sacerdote, que les invita a pastas y licor, y seguidamente la comunidad de quintos se desplaza hacia la zona de los bares donde prosiguen su labor de bailes, de persecución y logro de fondos.

También tiene su particularidad la comida del mutis, donde los quintos deben dar cuenta de los platos sin decir palabra. No obstante, siempre hay quien vulnera esta prohibición porque unos y otros buscan la manera de que alguien rompa el silencio y pague la infracción con la correspondiente multa. El Zangarrón, que recoge todo lo conseguido a partir de la misa, suele poner el punto final al caer el crepúsculo, con unas vueltas en la plaza y haciendo una cruz imaginaria. Es de destacar el relieve que va adquiriendo, en Sanzoles, las denominadas vísperas del Zangarrón. La tarde del domingo el cura bendijo los cencerros que resuenan con fuerza en el trajín de la mascarada y el acto es seguido cada año por un mayor número de personas.