Villarino Tras la Sierra revivió ayer la mascarada de invierno donde destacó la implicación de los vecinos, pero sobre todo, la de los emigrantes y así lo refrenda que de los seis personajes cinco estuvieron encarnados por hijos y nietos de aquellos que el éxodo rural llevó lejos de la tierra que les vio nacer.

Protagonistas

José Olivera de la Vega fue este año el Pajarico y único residente en el pueblo que dio vida a uno de los personajes. Él fue recogiendo los donativos para la mascarada de invierno.

Los míticos Zamarrones, con su cayata de negrillo, trajes de pana portuguesa, máscaras y cencerras, estuvieron encarnados por Santiago Díez Fernández, llegado desde Andalucía, más concretamente desde Arroyo de la Miel en Malaga, y Daniel Trabazos Carrión, que vive en la cercana villa de Alcañices. Por la tarde volvía a dar vida un momento a uno de los Zamarrones uno de los históricos del pueblo, Prudencio Díez Fernández , que ha sido durante años la esencia pura de la mascarada y de su pervivencia.

Los dos Caballico fueron representados por los jóvenes Diego Martín Martín, de Ribas de Aliste, y Jonathan Arnáez Fernández, el cual hubo de hacer miles de kilómetros desde Locarno, en Suiza, para volver a la tierra de su abuelos: "Es un largo viaje pero compensa vivir la tradición con la gente de mi tierra y mantener las tradiciones heredadas de mis abuelos".

La mayordoma, otra emigrante alistana, Salud Díez Rivas, llegó desde Asturias. Ella fue la que entregó las roscas en el Corpus Christi y ayer portó la vara de San Esteban para recoger la limosna para el santo, que se destinará a mejoras de la iglesia. En Villarino el inicio de la fiesta lo marcó la misa en honor a San Esteban Protomártir, por la mañana, y tras la comida, hacia las 15.30 horas, las campanas rompieron el silencio de la Raya, tierra alistana fronteriza con Vale de Frades, dando la salida a la mascarada, Pajarico, Mayordoma, Zamarrones y Caballicos. Casa por casa los vecinos y foráneos fueron convidados por las familias a dulces y licores, a la vez que hacían los donativos económicos: religiosos y lúdicos. Al anochecer, terminado el recorrido el pueblo en Villarino Tras la Sierra ofreció una cena popular a base de productos de la tierra que hizo las delicias de los comensales, haciendo bueno el dicho de que allí nadie es forastero: "Nos gusta que la gente de aquí y de fuera venga y participe", señalaba orgulloso el alcalde, José Antonio Álvarez Fernández.