"He decidido suspender el ejercicio del ministerio sacerdotal. Creo que en este momento es lo mejor para mí y para la Iglesia. Este fin de semana será el último en las parroquias. De momento, me estableceré en Salamanca. Seguid rezando por mí. Estoy bien, tengo mucha paz y estoy tranquilo. Os llevo en el corazón. Un abrazo a todos".

Es el mensaje, vía Whatssap, con el que David Villalón (don David para los que fueron sus feligreses) comunicaba a los más cercanos su decisión de abandonar el sacerdocio. Días después él mismo, de palabra, confirmaba desde el altar una decisión que, precisó, era temporal. "Al final de la misa nos dijo, muy sereno, que se iba; nos quedamos muy sorprendidos" comenta una vecina de Bermillo, testigo de la despedida del joven párroco. "Subimos al altar, le dimos un abrazo y le deseamos suerte; si ha tomado esa decisión hay que respetarla".

"Como personas de carne y hueso, los sacerdotes también tenemos necesidad de reflexión y estas cosas pueden ocurrir" se sincera un religioso sobre el proceder de su compañero.

El problema son las consecuencias; en este caso, que Bermillo, junto Villamor de la Ladre, Monumenta, Pasariegos, Gáname, Luelmo, Fadón, Villar del Buey y Fresnadillo, se han quedado de la noche a la mañana sin cura, como huérfanos en muchos casos. "Nos han dejado descalzos" resumía una vecina de Villar del Buey todavía intentando asumir la nueva situación que no es otra que, de momento, si los feligreses de todos esos pueblos quieren asistir a misa deberán desplazarse los domingos a la celebración de la una de la tarde en Bermillo de Sayago.

La inesperada decisión de David Villalón ha obligado al Obispado a suplir provisionalmente la ausencia con la misa dominical en Bermillo, para lo cual se desplaza desde Zamora el vicario general de la Diócesis. Y en todo lo relacionado "con otro tipo de necesidades", como pueden ser funerales o certificados, la huérfana feligresía deberá ponerse en contacto con el arcipreste de Sayago, Benito García.

Así se comunica en el escrito colocado a las puertas de todas las parroquias que atendía el joven sacerdote retirado temporalmente. "Ni un teléfono nos han dejado -se queja una parroquiana-; pasa algo y no sabes ni a donde acudir". Porque el "cese temporal" del sacerdote tiene un alcance de mayor calado. La misa era en muchos pueblos el único acto comunitario que sacaba a los vecinos (mayormente mujeres) de sus casas y permitía una relación social, sobre todo en el invierno. "Ahora ni eso, es que ya no abrimos ni la iglesia" se lamentaba una sayaguesa que intentaba no faltar a las misas, aunque fueran cada quince días en el pueblo.

En mayoría de las parroquias que atendía Villalón las misas se celebran "un domingo sí y otro no", y éste último se suplía con la celebración de la palabra a cargo de celebrantes, personas que voluntariamente se prestan a esta misión con una formación previa desde el Obispado. El invierno vocacional que está viviendo la Iglesia, y no hace más que acentuarse día a día, ha ido alargando la cadencia de las misas hasta llegar en muchos pueblos a celebrarse tan solo dos veces al mes. Los parroquianos no han tenido más remedio que ir asumiendo esta situación, agravada ahora en algunos pueblos con la suspensión total de las misas desde que el 13 de noviembre Villalón se despidiera.

Hasta el momento el joven sacerdote -nacido en Alemania en 1981 aunque criado en Morales del Vino- compartía las labores parroquiales en casi una veintena de pueblos de la comarca de Sayago con Javier Fresno. La sobrecarga de trabajo que ya asumían los dos hace imposible que éste último pueda hacerse cargo de las parroquias ahora sin titular. Y aunque desde el Obispado se apunta que la situación es "provisional", a la espera de que se designe un nuevo sacerdote para esta zona de la comarca de Sayago, lo cierto es que la escasez de curas hace cada vez más complicada la atención eclesiástica en los pueblos.

"Cierran las escuelas, los bares, los médicos cada vez vienen menos y ya ni lo curas; al final esto se termina" comenta una sayaguesa observando el devenir de los pueblos. Y con otra consecuencia, las iglesias caen en el abandono. El caso de Luelmo es sintomático, las goteras impiden celebrar la misa cuando llueve. Se ha dado el caso de poner plásticos en el altar y por más que vecinos y los sacerdotes han intentado que se repare, hasta hoy nada se ha conseguido. Ha habido días que se ha trasladado la celebración a la sede del club de jubilados. "Al final se nos cae y no pasará nada". Es la desidia que está matando al medio rural.