La publicación en el BOE del estudio informativo de la estación del AVE de Otero de Sanabria, o sea la confirmación de que se va a construir, ha abierto la caja de los truenos. Medios de comunicación de Madrid, de Cataluña, del País Vasco... Tertulianos de toda laya y condición han puesto el proyecto como ejemplo de la "neocorrupción". Un pueblo de 26 habitantes con un apeadero ferroviario que va a costar al erario público 4,2 millones de euros. Qué vergüenza. Hasta algún comunicador como Buenafuente se ha atrevido a mezclar churras con merinas -nunca mejor dicho- y ha aprovechado para dar cera a los de la boina, a los rurales, a los que viven en los pueblos y al sursuncorda. No es la primera vez que lo hace por lo que ya está entrenado y afilado.

El argumento en conjunto es bien sencillo: no se puede hacer una estación de AVE en un pueblo tan pequeño. Eso es un dispendio incomprensible, sospechoso. De ahí se traduce que las grandes inversiones tienen que hacerse donde hay mucha población, así se aprovechan en condiciones. Que con el dinero público no se juega.

De los críticos, ninguno -que se sepa- se ha ocupado de analizar el territorio donde se va a instalar la estación del AVE. Ninguno se ha dado cuenta de que va a dar servicio a una comarca entera, Sanabria, a toda la zona noroeste de Zamora, incluso a Benavente y Los Valles. También a Braganza, a la zona norte de Portugal. Sí, sí, claro, a territorios pobres, desprotegidos, abandonados por las administraciones públicas, esas que llevan años invirtiendo en las comunidades ricas, que han crecido, no lo olvidemos, con gentes de Sanabria, de Zamora, de León, con emigrantes de la España sin gente, esa que se muere de inanición, la que no tiene derecho a nada, ni a protestar.

Las inversiones públicas llevan más de un siglo yendo a los mismos lugares con la única intención de tapar bocas políticas, nacionalistas ventajistas. Durante el franquismo, alguien del gobierno debió leer a Maquiavelo y dio la orden de vaciar las arcas públicas junto al mar, con la intención de llenar las costas de maquetos y charnegos que, con el tiempo, iban a "españolizar" las regiones "calientes". Todo lo contrario, un iluminado transfirió la educación y la facultad de no decir la verdad y muchos maquetos y charnegos se convirtieron a la nueva causa, se hicieron "independentistas de toda la vida".

La España doliente, a la que se le atribuyen torticeramente todos los males imperialistas, se ha dado la vuelta en un siglo, se ha quedado vacía. Solo un ejemplo para esos que hoy se rasgan las vestiduras con el AVE: la provincia de Zamora, que ahora reúne menos de 180.000 habitantes (último censo) registraba hace 120 años más de 350.000, esto es, casi tantos habitantes como Vizcaya y Guipúzcoa juntas. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Dónde se han ido los dineros públicos?

La reacción que ha despertado la estación del AVE de Otero evidencia el síndrome de reino de taifas que vive el país. No se entienden inversiones en zonas con escasa población, provincias que han llenado otras con sus jóvenes, trabajadores que han dejado, durante décadas, lo mejor de sus vidas en tierras en las que no nacieron, esas que ahora quieren aprovecharse de su posición predominante. Aquí no somos tontos. De hecho lo demostramos siempre que nos examinan. Acaba de hacerse público el informe Pisa sobre Secundaria y hace nada se conoció un estudio internacional sobre Primaria. En los dos análisis Castilla y León está a la cabeza de España. Entonces, ¿qué está ocurriendo? Tenemos los jóvenes más preparados y, sin embargo, después se van a producir a otras tierras. ¿Por qué? Porque aquí no invierte nadie. Somos la España rural, la inculta dicen, ja, ja. No hay tradición empresarial, es verdad, pero es que las Administraciones han pasado de nosotros como de la mierda.

Resulta que proyectan abrir una estación de AVE en Sanabria y nos cae la del pulpo. Mejor que hagan un muro, del que solo salgan los bichos para repoblar el resto de España. Porque aquí, oye, biodiversidad toda la que usted quiera. Que nos dejen morir en paz.