Rafaela Fernández Ramos, de San Vitero, a sus 64 años se ha convertido en la "costurera de la Raya" por antonomasia y en la gran esperanza para la supervivencia del digno oficio de elaboración de las capas pardas alistanas de honras y respeto. El domingo será homenajeada en Sejas.

-¿Cómo y cuándo eligió el oficio de la aguja y el dedal?

-Desde la infancia. La verdad es que desde muy pequeña me gustaba, me encantaba, el mundo de la indumentaria tradicional y los vestidos de alta costura. En los años 60 mi madre me apunto a un taller de corte y confección que impartía en San Vitero una afamada modista, María Teresa Alonso, con ella me inicié en el atractivo mundo de confeccionar ropa.

-Para usted la emigración, aparte de una salida laboral, fue una escuela, ¿o no?

-Sin lugar a dudas. Soy hija de agricultores y ganaderos. En Aliste la posguerra fue dura, habíamos mucha gente, había poco y teníamos que sobrevivir. Me casé con Tomás Pérez Rodríguez y decidimos que teníamos que buscarnos la vida lejos de nuestra tierra. Siempre había vivido en el pueblo y emigrar fue muy duro. Con 21 años, en 1973, cogimos las maletas y nos fuimos a trabajar a Suiza, más concretamente a Lucerna.

-¿Cómo fue su vida social y laboral en tierras suizas?

-Magnífica. Dados mis conocimientos de costura no me costó mucho encontrar un oficio y entré a trabajar en una fábrica de corte y confección de prendas de piel por encargo en Lucerna, bajo la dirección de un alistano, Paulino, natural de San Cristóbal, máximo responsable de las costureras españolas que allí trabajábamos. Gracias a él y a ello mis conocimientos fueron creciendo y a la vez se fueron perfeccionando mientras estuve allí desde 1973 a 1976.

-¿Cuál fue su decisión y elección al regresar a San Vitero?

-Volvimos, tras trabajar duro, con unos ahorros, ganados y merecidos, parte de los cuales los dedicamos a construir una casa. En la planta de arriba ubicamos la vivienda y en la baja el taller de costura y una tienda de ropa, mercería y lencería. Seguía teniendo muy claro que quería ser modista y además en mi tierra alistana. Me fue bastante bien. Desde entonces han pasado 40 años y nunca me ha faltado trabajo.

-¿Qué camino eligió dentro de la indumentaria?

-Desde el inicio la creación y confección de una línea de trajes, para hombre y mujer, de estilo joven y novedoso fue mi mayor éxito, pero entre americanas y vestidos también tenía tiempo para realizar encargos especiales: confección de indumentaria tradicional, principalmente de mujer, ya casi desaparecida, que ni yo conocía. A excepción del Ti Gregorio, que murió en 1964 y fue el último hombre de San Vitero que usó la "trapa" o "braga", un pantalón de paño pardo. Tenía que echar mano de las notas que tomé en mi juventud con María Teresa y fijándome en los modelos que había heredado de mis abuelos y tenía guardados.

-¿Cuál es el camino para preservar la cultura alistana?

-Aliste cuenta con unas tradiciones, costumbres y oficios que estamos obligados a preservar y ello solo podremos hacerlos trasmitiéndolos a las nuevas generaciones. Yo, como integrante de la agrupación folclórica Manteos y Monteras me emociono el ver que los niños y jóvenes toman parte a la hora de aprender y enseñar, llevan con orgullo lo que aprenden y heredan de su abuelos y padres. Canto, bailo y me encargo de la indumentaria del grupo, y veo que vuelve a recuperar un esplendor que ya había perdido. La capa parda alistana de Honras y Respeto es una seña de identidad de Aliste, parte de su vida y de su historia.