La mejor teoría es la que se comprueba cada día. O sea la que es visible sin tener que echar mano de fórmulas algorítmicas (si es que se llaman así). Va la de un amigo que tiene unas cuantas gallinas en el pueblo que viven en el corral de la casa vieja (en los pueblos ya todo es vetusto, ajado, qué le vamos a hacer, optimistas). Las aves vivaquean a su antojo y solo ven a los humanos cada equis días, a la hora del pienso y de hacer visibles los huevos. Como también hay gallos, que hacen la función que se le supone (... echan su polvorete...), pues las gallinas se ponen cluecas y huevan. Aparecen los pollos que son amarillos y algunos, pocos, de otros colores.

Aquí va la teoría (comprobada desde hace mucho tiempo): los pollos que sobreviven son los que tiene las plumas de varios colores. Estos parece que evitan mejor los ataques de los depredadores, porque se mimetizan con los -cientos- de objetos que hay en el corral y engañan a los gatos y a otros animales con hambre. La tesis se puede comprobar porque las gallinas que viven en el corral son de colorines, no hay ninguna blanca.

Bueno, ¿y que aplicación tiene lo expuesto en la vida real, en la nuestra? Pues que en la vida de los humanos, parece que ha pasado un poco igual: estamos aquí porque nuestros antepasados se han mimetizado, se han escondido o han hecho frente a los depredadores de todo tipo. Han sobrevivido gracias a su ingenio y a una pizca de suerte, que le viene de nacimiento en forma de tinte especial.

Pero, ¿qué más? Pues que en esa huida de las dificultades propias de la especie, los humanos han ido aprendiendo malas mañas y se ha extensificado la fórmula de la corrupción como camino de subsistencia y, a veces, de vicio.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Perdonamos a los de la Gürtel, Púnica, Eres y demás calaña reunida porque la corrupción es consustancial a la especie? No, no. Todo lo contrario. Hay que castigar a quien la haya hecho y devolver el gallinero al principio. Lo que hay que hacer es controlar a los depredadores y evitar el terror de los pollos, con unas instituciones que funcionen bajo el lema "el que la haga que la pague". Con creces. Y que caiga quien caiga. Que así sea.