El bar "Panchito" de El Puente de Sanabria, toda una institución en la hostelería sanabresa desde los años 50, ha cerrado sus puertas tras la jubilación de Manuel Hernando, primero, y recientemente de su mujer, Mari Carmen Cerviño. El negocio familiar ha pasado de padres a hijos durante tres generaciones, primero con una matrícula de "abacería" o tienda de comestibles y estanco, y recientemente como hotel, bar y restaurante. Pero el establecimiento ha sido cineclub, discoteca, self service, sala de mítines políticos en los primeros compases de la democracia y lugar de encuentro para numerosos sanabreses dispersos por el mundo. Emigrante fue el abuelo, José, del que recibe el nombre el establecimiento "a los franciscos en América los llamaban "panchos" y de ahí viene el nombre de Panchito, que a mi abuela no le gustaba nada". Manolo cierra tras estar 55 años detrás del mostrador, desde niño. Su mujer María del Carmen, nació en Requejo y trabajó desde niña en la tienda de sus padres, hasta 1975 que se casó con Manuel y se trasladaron a El Puente.

"Mi madre prefirió que yo fuera castellano y sanabrés a que fuera andaluz". Manuel Hernando, nació en Santa Colomba de Sanabria, tras la corta estancias de sus padres a Sevilla recién casados, y donde esperaban afincarse. A los nueves meses de que su madre quedara embarazada y "la primera luz la vi en Santa Colomba". Hasta los nueve años pasó temporadas entre Santa Colomba y El Puente. A esa edad fallece el abuelo, los tíos maternos se lo llevan a Madrid a estudiar. La enfermedad de su padre le hace regresar con 13 años repentinamente, abandonando sus estudios, para ayudar a su madre en el negocio familiar. Su deseo era poder ir al colegio en Valencia Don Juan, en León, como iban otros niños de su edad de El Puente, pero las necesidades de ayudar en el negocio familiar primaron a su interés por los libros.

Sus hermanos más pequeños, Pilar y Carlos, continúan con sus estudios. Con 18 años, y tras la mejoría de su padre, se alista de voluntario en el Ejército del Aire porque quería ser piloto de reactores. Una vocación que surge en el año 1959 cuando los aviones norteamericanos sobrevuelan la presa rota de Ribadelago. Con 10 años le levantaban a las 7 de la mañana para que sirviera las copas de aguardiente a los trabajadores que se dirigían a las obras de Moncabril y Vega de Tera. Con el Vicentín de Puebla aprendió a sacar el vino de los pellejos -de 25 litros- y "a bautizar el vino".

Los llamativos uniformes de los pilotos americanos llamaron poderosamente la atención de un joven Manuel. Un accidente frustró esa vocación. Tras licenciarse quiso quedarse en Madrid, pero la recaída de su padre le obliga a regresar.

Es entonces cuando Manuel Hernando comienza una dilatada carrera de emprendedor de negocios como la recogida de manzanas para las fábricas de sidra de Asturias. Sin duda el negocio más rocambolesco fue la venta de "Aire puro de Sanabria" en lata con destino a Madrid por 100 pesetas la unidad. En los años 70 y 80 la capital madrileña que comenzaba a sufrir los problemas de contaminación. Lavaba las latas de los zumos y los aireaba para poner encima la etiqueta "Aire puro de Sanabria". La familia Hernando también se dedicó al contrabando de café "Sical".

"El dinero más fácil lo gané recogiendo acebos en Sanabria y en León y llevándolos a una floristería en Madrid y a unos laboratorios para Francia". Recolectaba todo el acebo que podía y en León ideó un mecanismo, como una tirolina, para poder sacar de los montes las ramas de este arbusto.

Las reuniones de políticos socialistas se celebraban en su negocio porque su hermano Carlos pertenecía a la ejecutiva comarca, junto con Manolo Bahamonde y Miguel "el recaudador". Aunque por su casa paraban políticos de toda índole como Luis Cid, Demetrio Madrid o Andrés Luis Calvo. Cuenta una anécdota de Avelino Barrios "El Dios" que decía "que vean que los socialistas no tienen rabos ni cuernos". Manuel reconoce que "nunca quise entrar en política. Todos los políticos venían aquí cuando cerraron el Balneario de Bouzas". Manuel reconoce que sí cooperó en acciones sociales como la negociación de la compra del instituto Juan XXIII al Obispado de Astorga.

El hostal "Panchito" quedaba más cerca del lago que otros establecimientos de la comarca, por eso fue lugar de parada de numerosos turistas y personalidades. Manolo cuenta cómo Juan Pardo -que se sentaba a jugar la partida de cartas, Sancho Gracia, el padre de Julio Iglesias, o Nino Bravo frecuentaban la zona, y más recientemente Carmen Rigal o Rosa Villacastín.

Las primeras pegatinas turísticas de Sanabria decían: "En Zamora, Sanabria, con lago, caza y pesca", y se vendían por cinco o seis pesetas y sirvieron para promocionar el negocio y sacar dinero para las fiestas de Santa Colomba.

Manuel reconoce que detrás de un buen trabajador y un emprendedor "hay una gran esposa". Se despide con una afirmación rotunda "he procurado ser buen sanabrés y amigo de todo el mundo. Desde aquí pido perdón si en alguna ocasión no lo he hecho todo lo bien que yo hubiera deseado". Ahora tendrá más tiempo para sus nietos Guzmán y Jimena.