Belver de los Montes tiene, desde este mes de agosto, la suerte de contar con un libro que recoge su historia, en concreto durante la Edad Media, la época de mayor esplendor de esta localidad. Esto es algo cada vez más habitual entre los pueblos de la provincia, pero Belver se ha podido permitir el lujo de que su historia la recoja todo un experto en la materia, Mariano García Bermejo, un prestigioso medievalista natural de Belver que desarrolla su carrera en Francia, en la Universidad de Poitiers.

García Bermejo -o Charles García, como le conocen sus compañeros de profesión-, lleva décadas investigando y publicando artículos sobre la historia de esta zona de España en este periodo, por eso conoce el fondo sobre el que acontece la historia de Belver y conoce las fuentes a las que acudir. Así, en menos de un año ha dado a luz a un libro de divulgación que ya está disponible en algunas librerías de Zamora, como Jambrina.

"No es porque sea mi pueblo, pero Belver es un caramelito para cualquier medievalista", confiesa García, el motivo es la gran cantidad de documentos originales de la época que se conservan sobre este pueblo pese a su pequeño tamaño, la mayoría de ellos en el Archivo Histórico Nacional. El monasterio de San Salvador era el centro de la vida de la villa y también el lugar del que salieron la mayoría de esas fuentes escritas, por ejemplo, uno de sus priores, Fray Juan Benito Guardiola, escribió el linaje de las familias aristocráticas de la villa. "El trabajo que yo he desarrollado sería casi imposible de hacer sobre lugares como Toro o Villalpando, que a pesar de que fueron mucho más grandes no conservan tanta documentación", explica el historiador. De hecho el único pergamino con pinturas que hay entre los fondos del archivo de la calle Serrano de Madrid fue ilustrado en Belver en el siglo XI y es un retrato del fundador del monasterio, de su esposa y del abad.

Belver de los Montes conserva restos de una arquitectura medieval que evocan un pasado grandioso a pesar de ser un pequeño pueblo "escondido" en el centro de la Meseta, que no queda cerca de ninguna carretera principal, algo que no es nuevo, "no estaba ni completamente en la zona de influencia de Toro ni en la de Villalpando, ni cerca de Zamora ni de Valladolid, lejos de la vía a Palencia, ni en el oeste ni en el este y pese a ello en el siglo XIII contaba con un mercado comarcal muy activo. Precisamente Belver creció gracias a estar en tierra de nadie. Los reyes de León crearon una serie de villas para poblar y fortificar su frontera con Castilla, y ese fue el momento en que Villacete creció y se convirtió en Belver, bajo la protección de Fernando II y Alfonso IX, que otorgó a la villa unos ventajosos fueros. "El propio nombre de Belver de los Montes responde a una técnica de marketing del siglo XIII", cuenta García. En esa época se ponían nombres exóticos a determinados lugares para atraer a los pobladores del norte, Belver significa "bella vista" de los montes y tiene un sonido que recuerda a los pueblos del Mediterráneo, lo que entonces se consideraba exótico. "Si viniese de fuera, no me entrarían ganas de vivir en un sitio que se llama Villalpando, pero sí en Belver de los Montes", bromea el historiador. En la misma época Coyanza pasó a denominarse Valencia de Don Juan copiándole el nombre a la capital del levante peninsular. Al consolidarse la unión con Castilla y desaparecer la frontera comenzaría el declive de Belver.

El edificio más grande la villa, el monasterio de San Salvador, era el motor de la economía local, "una sociedad anónima de la época" que fue creada por la familia Muñoz para impedir que sus descendientes divideran el extenso patrimonio familiar. Por otro lado, contó con una judería, algo bastante singular para una localidad de este tamaño.