Los encierros, santo y seña de las fiestas de San Agustín, han vuelto a llenar las calles de Fermoselle. Ayer se celebraba el último y los aficionados abarrotaron la Plaza Mayor de la villa, una estructura de madera que ofrece una pintoresca estampa con el gentío sin apenas dejar un hueco entre los tendidos y talanqueras. A las once de la mañana los toques de la campana torera anunciaban la estampida de los cuatro novillos guiados por los cabestros desde los corrales de San Albín.

Es visto y no visto. La improvisada fila de aficionados que esperan en la plaza de toros se empieza a revolver en cuanto atisban movimiento en la calle de Requejo. Por allí bajaron en tropel los cuatro toros, siguiendo la estela de los cabestros y jaleados por corredores y aficionados apostados en balcones y talanqueras. Fue una carrera rápida y limpia, sin incidentes.

Como tampoco los hubo en la Plaza Mayor. Más que las arremetidas contra las talanqueras plagadas de mozos, lo más llamativo fueron los enfrentamientos de unos novillos con otros. Y tras unas vueltas por la plaza, la manada entró en los chiqueros.

Todo en apenas diez minutos, pero vividos con una vibrante pasión por la gran cantidad de público. Entre los espectadores de ayer, la presidenta de la Diputación, Mayte Martín Pozo, y el delegado de la Junta, Alberto Castro, quienes ocuparon el balcón del Ayuntamiento junto al alcalde, Alejandro Fermoselle, y otros concejales del equipo de gobierno.

El calor empezaba a apretar y muchos aficionados repusieron fuerzas en los bares.

Por la tarde la Plaza Mayor volvió a tomar vida con la exhibición de cortes. Más madera para la afición, que se despidió así de las fiestas de Fermoselle 2016.