Hacía que no se veían muchos años. Juan se quedó en el pueblo y Pedro se marchó al País Vasco a trabajar cuando solo tenía 16 años. Nacieron el mismo año, en 1955, y acaban de cumplir 61 primaveras. El fin de semana se reunieron con otros quince quintos (del grupo que hizo la "función" ya se han muerto tres) para recordar su niñez, pegada a la tierra, y su "quintada", cuando todavía se mataban los gallos y se "echaban" las relaciones "picantes" delante de todo el pueblo.

"Estás como siempre, morenote y sano como una manzana", le dijo Pedro a Juan en el saludo previo a la comida de celebración. "No te creas, Pedro, que esto que ves (y se tocó la cara) es pura fachada, los riñones se quejan más de la cuenta y algún achaque hay por ahí que hay que tapar con pastillas, es la vida y los años". "Ya, ya, pero aquí todo es más sano, solo este aire, este clima, da gusto, aunque hace calor, esto es más saludable, allí hay más humedad..., huele, huele, pero sí aquí tienen olor hasta las ciruelas...".

Hablaron un rato delante de sus mujeres. De mil cosas, de los hijos (Juan tiene uno que estudió, pero no encuentra trabajo y ahora está con él en el pueblo, ayudándole con el ganado, y Pedro dos que están "colocados", uno en una ferretería y la otra en una tienda de belleza). "¿Cómo te va la vida, el trabajo?, inquirió Juan. "Bien, bien, no me quejo, ahora mejor que nunca. Me acabo de prejubilar, ya ves, con 61 años. Tendré que ir unos días al año a la papelera, si no cierran, claro, pero ya todo va a ser distinto...". "¿Pero tan joven y prejubilado, vaya suerte, no?". "No, qué va, llevo 45 años trabajados y cotizados. Ya era hora que me tocara descansar. Voy a quedar bien, algo más de 2.000 euros al mes, no me quejo, no...".

Juan, mientras entraba en el restaurante, miró sus manos deformadas por el esfuerzo, notó la queja de los riñones y un ligero pinchazo en lo más hondo. "Ves, Juan, si te hubieras marchado tú también, ahora estarías prejubilado. Aquí, hasta los 66 años. Ah y poco más de 600 euros. Anda que no te queda jera por hacer", le espetó su mujer. Quizás sí, quizás quedarse en el campo haya sido un error, pensó. Y se acordó de su padre y de su abuelo.