Marcelino Gutiérrez Pascual llegó de tierras lejanas, que Vezdemarbán cerca no está, como evangelizador de una tierra de profundas raíces religiosas, cristianas, paradojas de la vida, cuna de hombres y mujeres, monjas y misioneros, que dejaron pueblos y familias para ayudar a los más necesitados, dando su vida en los lugares más recónditos del mundo: de Angola a Filipinas, de Siria a Mozambique.

Sencilla y humilde, pero siempre acogedora, la tierra alistana ha acogido a grandes curas que llegaron como forasteros y fueron ganándose el honor de ser alistanos, poniendo alma, corazón y vida por sus gentes y pueblos, algunos ya fallecidos como mis siempre admirados Fernando Felipe Rosón y Bernardo Pérez Fernández (Valer) y Ramón Rodríguez Muñoz (Trabazos); otros que aún viven y ya no están con nosotros, como Luis Miguel Rodríguez, Antonio Pilo Pordomingo, Manuel Iglesias Martín, Leovigildo Liedo o Francisco Ortega Vicente.

Marcelino no ha sido, ni es, uno más, es uno de ellos, sencillo y trabajador, sabio, porque sabedor ha sido él que a los feligreses se les gana con la palabra, la de Dios y la de los hombres, pero también con las obras y las suyas, buenas, ahí están para refrendar que es tan buen cura como gran persona. Sus aciertos se cuentan por cientos, errores, seguro, también alguno habrá, pues claro, que todos somos humanos. Lo que nadie podrá poner en duda es su implicación con su misión evangélica, la humana y la social. Oír hablar de él a sus feligreses y amigos emociona porque de sus palabras salen verdades como templos, que delatan que Marcelino ha sido un humilde y artesano labrador de la tierra, la de su Señor, y la alistana, que le acogió y él ha hecho suya por méritos propios: sembró y cultivo, sin pedir nada a cambio, pero su viña terrenal, material e inmaterial ha dado sus frutos y su seguidores, ya paisanos y amigos, sencillamente le adoran. Marcelino es singular -a su manera-, especial, predicando el Evangelio, cogiendo la pala y el pico o poniendo cubalibres en la barra de la juventud de las fiestas de Mahíde: ha dado mucho por esta tierra y Aliste y los alistanos se lo agradecemos, no solo de palabra -que las palabras a veces son vanas, falsas e interesadas-, se lo agradecemos de corazón, que ese nunca finge cuando agradece si es agradecido.