"El 28 de julio no se me olvidará en la vida. ¡Era el día de mi cumpleaños!". Habla José Sánchez Martínez, nacido en Linarejos hace 65 años. El pueblo fue rodeado por las llamas en el incendio que en 1991 arrasó 8.271 hectáreas de la sierra de La Culebra. Tampoco borra la promesa de la Junta de Castilla y León de pagar a los propietarios privados cinco pesetas por cada pino calcinado. "¿Tú has visto algo?" pregunta.

La familia estaba de vacaciones en Linarejos y se preparaba para volver a Asturias. Esa tarde de domingo "salimos al Portillón" y el fuego se acercaba al pueblo. Llevábamos días vigilando y esa tarde ocurrió. Avisamos al guarda de "Icona, que vivía aquí". El incendio venía de Portugal y entró por la parte de Santa Cruz de los Cuérragos, a 5 kilómetros del pueblo. En un instante "se levantó mucho viento, el fuego corría a una velocidad impresionante" y el incendio estaba a las puertas del pueblo. La velocidad que alcanzó el frente obligó a que, sobre las siete de la tarde, entrara la Guardia Civil con orden de evacuar a todos los vecinos de Linarejos precipitadamente, primero a la vía de tren y luego -en vista de que ninguna barrera era insalvable- al pueblo de Pedroso.

En esas fechas había muchas familias porque "las vacaciones se pasaban en el pueblo". "En casa teníamos dos coches y nos dedicamos a sacar a la gente. Iba acelerando por la carretera y el fuego corría más que el coche" relata este vecino que vivió en primera línea de fuego. Sánchez recuerda que el matrimonio Manuel y Elidia se marcharon a pie hasta Flechas, porque ella era de ese pueblo. Otros testigos remachan la huida señalando que "alguien les debió de recoger por el camino".

Las opciones de evacuación del pueblo por carretera eran penosas, el paso estrecho de la vía del tren, un camino por encima de la vía en malas condiciones y otra pista forestal. El último viaje fue significativo porque "iba delante corriendo todo lo que podía guiando al coche y mi padre detrás conduciendo porque no veíamos nada". En un momento Sánchez oyó por la emisora de la Guardia Civil que "Linarejos no se ve", al estar envuelto por el humo y las llamas, lo que auguraba los peores presagios para sus vecinos. De ahí que cuando volvieron y vieron el pueblo a salvo "hasta nos pusimos contentos".

Los vecinos enumeran los pagos que sucumbieron: Peña Castillo, Peña Charra, Peña Redonda, Peña Mira y Peña Larga. Algunas masas de pino tenían entre 25 y 30 años. "Daba gusto verlo. Todo estaba verde".

Varios vecinos no quisieron abandonar el pueblo hasta el último momento y lo hicieron junto con la Guardia Civil. "Pedí permiso para hacer un contrafuego y salvar el pueblo, y me dejaron". José Sánchez prendió una finca en el paraje de Las Cudonas, junto al Caño del Agua, por encima de la iglesia del pueblo. Eso permitió que no entrara el fuego por esa zona, aunque las vigas de alguna casa se prendieron.

En la escuela de Pedroso, donde estaban los mayores y las familias con niños, "nadie se preocupó por nosotros, si necesitábamos algo. Solo la señora Remedios vino varias veces a preguntarnos si queríamos algo". "Daba pena ver esto. Cuando volvía a Asturias, a los dos o tres días, lloraba como un niño".

También lloraba desconsolado Eloy Martín, uno de los tres últimos vecinos que abandonaron el pueblo, junto con Valentín Martínez y su hijo Julián Martínez. Lograron salir por un camino habilitado por encima de la vía del tren cuando la carretera se cortó. La familia Martínez perdió todos sus colmenares. Se mantuvieron, junto con la Guardia Civil, hasta el último momento para intentar salvar todo lo que pudieran. Se quemaron las huertas, parte de un pajar -reconstruido ahora como centro de turismo- y se logró evitar que se quemaran dos viviendas.

Gran velocidad del fuego

Eloy Martín hace balance: "el incendio quemó 11.000 hectáreas. A las 3 de la mañana había llegado a San Pedro de las Herrerías que está a 11 kilómetros de Linarejos. Creo que es el incendio de más rápida propagación que haya ocurrido en España. No conozco otro incendio con más velocidad". Cuando pudieron regresar al pueblo sobre las 9 ó las 10 de la noche "mi hermana y otras vecinas se pusieron a hacer tortillas para que la gente pudiera cenar".

El fuego calcinó todo el término local, incluidas las fincas privadas. "Se me quemaron 2.000 pinos de una finca, que tenían 20 centímetros de diámetro. Nos prometieron que nos pagaban los pinos a 5 pesetas pero no nos dieron nada". La mayoría de los vecinos habían plantado pinos y Sánchez calcula que entre varios vecinos habría unos 6.000 ó 7.000. Además de pinos se quemaron robles y castaños centenarios. "Además de no pagarnos nos exigieron que limpiáramos las fincas". Algunos hicieron caso omiso y hoy, un cuarto de siglo después, se pueden ver en las fincas restos de los pinos, castaños y robles que perecieron en el fuego en Los Castillones y La Cerezalona. Lo que sí limpian los vecinos son las fincas de dentro del pueblo y las periféricas, sin ayuda de ninguna administración, para prevenir otro caso similar. "Nadie ha vuelto a plantar nada", si acaso algún árbol frutal para casa.

Después del incendio "nadie ha venido a preguntar". La carretera y las vías de evacuación son una ratonera 25 años después. La Junta inició la reforestación "entre el 98 y el 99 cuando yo acababa de llegar de Argentina, recuerda María José Boyano. Su madre, Teresa Pérez, trabajó en 1960 y 1961 para ICONA para hacer los pozos "de 60 por 60 para plantar los pinos". Al año siguiente emigró a Argentina. Trabajaban 8 horas para hacer los agujeros, y la plantación de los pinos "era a destajo". "Trabajaban más mujeres que hombres, y las mujeres trabajaban más que los hombres". No recuerda el precio, pero "eran muy pocas pesetas". Las mujeres también se emplearon a fondo en el duro trabajo de acarrear piedra para la línea del tren "cargábamos 130 canastos de piedra al día para el ferrocarril. ¡Ya me podía dar Renfe un billete para viajar de lo que trabajé para ellos!". También trabajaron a destajo, en los pinos o en la piedra, otras mujeres de Manzanal, Pedroso, Linarejos, Folgoso y Santa Cruz.