El 1984 Marcelino habría una nueva faceta en su vida, la de "constructor". Inicialmente se dedicaba solo a la restauración de ermitas e iglesias, dando su empresa trabajo a una media de cinco obreros alistanos. A partir del año 1997 creo una empresa de construcción que sigue funcionando en la actualidad y en la que trabajan una media de ocho personas. En 1977 los niños de Mahíde hicieron la comunión, pero no en la iglesia como era lo normal: Marcelino construyó para ello un altar de piedra en plena ribera del río Aliste. Con trajes sencillos, que el cura aconsejó a los padres y comida conjunta. Al conocer la concesión del galardón señalaba Marcelino: "la impresión de la zona es que necesita obligatoriamente de personas que se comprometan, viviendo en ella para seguir desarrollándola. Hay capacidad de vivir y de desarrollo pero con la condición que este desarrollo no nos haga perder los valores que tenemos. Aquí tenemos que seguir siendo orgullosos de ser de pueblo y de ser de Aliste" . Y sentencia emocionado desde su humanidad; "hace mucho tiempo que mi decisión fue de estar siempre en Aliste ya que la considero mi zona y me considero uno más".