Un fuego originado en La Culebra el 28 de julio de 1991 está entre los incendios más desastrosos y peor gestionados de cuantos están registrados en los anales de los siniestros forestales provocados por las llamas. No hubo desgracias humanas que lamentar, pero fue un incendio que, unido a otro surgido en las mismas fechas en Calabor, Rihonor y Ungilde, desmanteló 8.271 hectáreas.

En este incendio hubo fallos en todos los órdenes: rebrotó por no tener apenas vigilancia, algunos mandos del operativo de extinción eran recién llegados a Zamora y desconocían por completo el escenario, los medios aéreos emplazados en la base de Rosinos de la Requejada maniobraban en una pista de tierra, salpicada de piedras, que obligaba a esperar un cuarto de hora en cada despegue o aterrizaje para operar con visibilidad. Echados al vuelo, los pilotos quedaban sorprendidos de cómo los portófonos se utilizaban para pedir vituallas más que para indicar actuaciones de lucha contra el fuego, de modo que descargaban sin garantías de que las brigadas terrestres remataran la acción. Los alcaldes de los pueblos afectados criticaron sin pudor las deficiencias y la descoordinación, y llevaron a la Administración a los Juzgados "por incompetente", al decir del que fuera alcalde de Las Figueruelas, José Luis Estévez. "Fue un incendio tremendo, con la gente asustada porque corrían peligro los pueblos. Y estábamos indefensos porque tratábamos de cortarlo cuanto antes pero terminó en lo que terminó. Cuando vieron que llegaba al campamento de San Pedro (ocupado por 500 jóvenes) mandaron venir a la maquinaria pesada y los cortaron" expresa Estévez. Subraya que "la Administración no pagó a los pueblos ni un duro, ni tuvo consideraciones de hacer carreteras o algo. Actuó con capricho y no hubo concesiones para Figueruela. Hicieron lo imposible para que Figueruela no fuera compensa. Fuimos a Valladolid montones de veces y nos negaban la sal y el agua. Que no había indemnización porque habían sido los portugueses y el retén había actuado. Pero nosotros sabemos que no, porque lo vivimos. Era tremendo porque no había dinero ninguno en el Ayuntamiento, solo para pagar las luz y el secretario. Hacíamos los viajes por nuestra cuenta. ¡Ni de la madera obtuvimos beneficio alguno. Fue un calvario y una venganza". Llamó la atención que el jefe del Servicio Territorial de Medio Ambiente, Miguel Ángel Ayuso, dijera entonces que el últimosen intervenir en la extinción debía ser Medio Ambiente, "tras los ayuntamientos con la colaboración del pueblo".