El próximo domingo a las ocho de la tarde el villalpandino Ángel Infestas presentará en la Feria del Libro de Zamora su novela "El retiro del templario", disponible desde hace pocos días en las librerías de la provincia. Una novela histórica que narra cómo al final de la gesta cruzada, un caballero templario, impedido para combatir, es destinado por sus superiores a la encomienda de Villalpando, donde descubre cómo las creencias, el afán de poder y la necesidad de sobrevivir marcan la vida de cuantos le rodean. En el viaje del protagonista el lector descubre varios paisajes de toda la provincia de Zamora y los problemas de los habitantes de esta tierra fronteriza entre León y Castilla a finales del siglo XIII. Aunque se trata de ficción, el libro se sustenta sobre un riguroso trabajo de documentación histórica llevado a cabo por Infestas, un profesor de la Sociología que desde niño se sintió fascinado por las leyendas de su pueblo, lo que le llevó a dedicar su jubilación al estudio de la verdadera historia de la villa.

- ¿Qué trabajo de documentación y estudio de la historia hay detrás de este libro?

-Fue un proceso bastante complejo y laborioso porque se trataba de construir un escenario en un tiempo muy difícil, el que va de la muerte de Alfonso X en 1284 hasta la desaparición de los templarios en 1312, es un periodo tan convulso y complejo que los manuales de historia pasan de puntillas por él. Por un lado había que establecer cuál era el marco en la Corona de Castilla, un caos total, un hijo de Alfonso se proclama rey y los nobles apoyan a uno u otro para sacar rédito. Por otro lado, recrear la situación de los templarios, que a nivel mundial se hace crítica cuando cae San Juan de Acre en 1291. Y por último, la situación de los templarios en Zamora, que era importantísima porque en el castillo de Alba de Aliste -en Castillo de Alba- tenían la casa provincial, desde donde se gobernaba a los templarios de toda la Corona y, durante mucho tiempo, a los de Portugal.

-¿Cómo superó esa dificultad?

-He tenido la suerte de manejar dos documentos cruciales, uno el relativo al proceso de Medina del Campo de abril de 1310 y el del concilio de Salamanca de octubre de ese mismo año, en estas dos reuniones se decide la suerte de los templarios de Castilla. Sobre Villalpando, disfrutamos de una situación privilegiada gracias al gran trabajo de los departamentos medievalistas de las universidades de Valladolid y Salamanca, con Julio Valdeón y José Luis Martín Rodríguez, respectivamente. En Valladolid llevaron a cabo tres o cuatro tesis doctorales sobre la zona de esa época, y en Salamanca hicieron una gran tarea de edición de documentos medievales, he manejado la edición de los documentos relativos a una cofradía de clérigos que hubo en Villalpando, reflejan ventas y pleitos que nos cuentan lo que era la vida en el pueblo.

-¿Por qué se decantó por centrar su novela en la Orden del Temple y no en otros aspectos de la historia de la villa?

-Si vas a Villalpando verás una placa a la entrada del Ayuntamiento que dice que fue villa templaria. Existe en el pueblo la creencia de que todo Villalpando prácticamente era de los templarios, algo que hoy en día no está admitido por los historiadores, pero no cabe duda que en Villalpando existe una cierta simpatía hacia los templarios que hemos vivido desde niños. Esto unido al interés que me suscita cómo desapareció la orden y el deseo de saber qué papel jugaban en la villa.

-¿Hasta qué punto el Temple tuvo una importancia para Villalpando?

-Es discutible. Que estuvieron en Villalpando es evidente, que existió la iglesia del temple es real, y hay otro hecho que es la presencia del último comendador de Villalpando en el proceso de Medina del Campo. Otro dato curioso es que a escasos cinco kilómetros de la encomienda existía otra, en Villárdiga. Estoy convencido de que era una encomienda salinera para explotar la sal de la zona de Villafáfila, no tengo pruebas pero me parece la única explicación que cabe.

-¿Por qué han suscitado los templarios tanta leyenda?

-Por la forma en que desapareció la orden, se creó en torno a ellos un halo de misterio ya que nadie entendía cómo semejante máquina de poder militar y financiero podía acabar así. Es fácil que los documentos y tesoros de los templarios franceses acabaran en manos del rey francés cuando cayeron presos, ¿pero qué pasó en el resto de países? En España desde 1307 hasta que se decreta su extinción en 1312 pasan cinco años donde pudieron organizar cualquier lío, eso se presta a mil imaginaciones. En la novela procuro dejar esto de lado y, si no hay un documento que me confirme algo, no lo considero hecho histórico.

-¿Qué pasa en la Tierra de Campos cuando desaparece esta orden que tanto había prosperado en la zona?

-Es muy difícil responder a eso porque no hay datos. Los documentos de la cofradía de clérigos del Sancti Spiritus arrojan un dato revelador, y es que en torno al año 1340 había tres personas, dos caballeros y un clérigo, que tuvieron tierras arrendadas a la encomienda y las seguían manteniendo, el arcediano de Valderas quería echarles de esas tierras y hubo un pleito. Parece que los bienes de la encomienda pasaron en su inmensa mayoría al obispo de León. Los castillos pasarían al rey Fernando IV que los donaría entre sus nobles fieles, pero ya entramos en el ámbito de las conjeturas.

-¿Qué paisajes reconocerá un zamorano en su novela?

-Ahí me he recreado un poco, en el viaje del protagonista desde Chipre hasta Alba de Aliste cruza toda la provincia entrando por la zona del Guareña y pasa por Zamora, se encuentra incluso con la iglesia de La Hiniesta en construcción. Luego en su viaje a Villalpando va describiendo el valle del Valderaduey, las salinas de Villafáfila, el paisaje entre Cerecinos y Villalpando o el teso de San Marcos, cosas que cualquiera de la zona puede reconocer.

-Y también algunas construcciones de la villa como el Castillo de Piedra.

-Yo creía que ese nombre era muy posterior, pero está documentado ya en esa época. Creo que correspondía a la residencia de los templarios, que la gente sitúa en la manzana donde actualmente está el Ayuntamiento. Lo llamaban así en contraposición al alcázar, lo que son los restos del castillo actual, que pertenecía al rey.

-Incluye algunos personajes reales de la historia de Zamora.

-Sí, quiero subrayar la presencia de Juan Gil de Zamora, un erudito franciscano que tenemos medio olvidado, aunque últimamente la Diputación ha publicado algunas investigaciones que hizo en Barcelona otra zamorana, Cándida Ferrero. Para dar cierta relevancia a este personaje yo le hago tío y tutor del protagonista.

-Más allá de la dimensión histórica, ¿qué relato humano cuenta su novela?

-La todopoderosa orden pierde su último bastión en Oriente, San Juan de Acre. Tierra Santa era irrecuperable y ven cómo, pese a su enorme poderío económico y militar, se encuentran sin ningún objetivo. El protagonista se pregunta qué sentido tiene su vida, reflexiona y quiere otorgarle un nuevo rumbo y un nuevo destino a los bienes de la orden, y va a intentar que reviertan sobre la gente que pasa necesidad en Villalpando y su alfoz.

-¿Piensa seguir escribiendo sobre la historia de Villalpando?

-Ya tengo un proyecto en marcha, aunque va muy despacio. Es la historia de un comunero que fue el último jefe de la rebelión de Toledo antes de su caída al año siguiente de Villalar, me refiero a Bernardino de Valbuena, que era hijo de uno que había sido regidor de Villalpando. Estoy dándole vueltas al personaje.

-¿Es más fácil encontrar documentación de esa época?

-Muchísimo más, pero es un trabajo más difícil porque tienes que hilar más fino a la hora de novelar. La época medieval deja más espacio para la imaginación.